La actriz y locutora cubana Irela Bravo, una de las voces y rostros más entrañables del arte en la Isla, compartió mirada íntima y profundamente humana sobre lo que significa envejecer siendo mujer. En una conversación con la también actriz Yuliet Cruz, durante su popular podcast en YouTube, Irela se despojó de filtros y habló con claridad, humor y sabiduría sobre el paso del tiempo, desafiando estereotipos y reafirmando su filosofía de vida.
“Lo que más me preocupa a mí de la vejez es cómo la gente se transforma, no físicamente, sino espiritualmente”, expresó con una convicción que caló hondo en los oyentes. Para Bravo, el verdadero deterioro no se manifiesta en las arrugas o las canas, sino en la pérdida de la alegría, la fe y la capacidad de hacer lo que se ama.
Con su característico carisma, se definió a sí misma como “una vieja equivocada”, aludiendo a su manera poco convencional de vivir la madurez.
La entrevista se desarrolló en un tono ameno, salpicado de risas, pero también de confesiones profundas que revelaron una visión del envejecimiento alejada del drama o la nostalgia. Para Irela, envejecer no es sinónimo de renuncia, sino una etapa donde la espiritualidad y la actitud cobran protagonismo.
“A mí me va a preocupar el día que no tenga deseos de hacer algo que siempre he hecho”, dijo, reafirmando su necesidad vital de permanecer activa, curiosa y emocionalmente conectada.
"Dicen que soy ingenua. No me interesa. Yo quiero seguir creyendo en las personas, en la bondad, en la belleza de la vida", afirmó defendiendo con valentía su derecho a no endurecerse con el tiempo.
En este sentido, subrayó la importancia de envejecer sin resentimientos, sin llenarse de amargura ni pensamientos oscuros. La espiritualidad, para ella, es una herramienta poderosa: “Un día más… gracias, Dios mío. Una arruga, una cara, no importa. Un día más. Y eso a uno lo hace feliz”, dijo, resumiendo su filosofía con sencillez luminosa.
La conversación también dejó espacio para una reflexión esperanzadora sobre la felicidad. “Si fuiste una jovencita no muy feliz, en la vejez puedes llegar a ser tremendamente feliz. Eso es lo que importa”, expresó con serenidad. Lejos de lamentarse por el paso del tiempo, Irela ve en él una posibilidad de renacimiento interior, una oportunidad de encontrar lo que quizás no se tuvo en la juventud: paz, aceptación y sentido.
En definitiva, sus palabras dibujan un retrato de la vejez mucho más amplio y humano, alejado del miedo o el desprecio social que tantas veces se asocia a esta etapa. Irela Bravo nos recuerda que la edad no apaga el alma si uno se aferra a sus pasiones, a sus valores y a la alegría de vivir. Porque, como ella misma demuestra, el tiempo puede marcar la piel, pero jamás el espíritu.
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