Un nuevo récord de temperatura ha sacudido a La Habana en medio de una creciente crisis energética y de servicios básicos. La estación meteorológica de Casablanca reportó este martes una temperatura máxima de 38 °C, el valor más alto jamás registrado en un mes de mayo para esa zona de la capital cubana. Esta cifra supera ampliamente el promedio habitual para estas fechas, que suele oscilar entre los 30 y 31 °C.
Lo alarmante no es solo el nuevo récord, sino el momento en que se produce. Mayo marca el inicio de la temporada calurosa en Cuba, pero no suele alcanzar aún las temperaturas extremas que se viven tradicionalmente en julio y agosto. Este dato anticipa un verano que podría ser no solo insoportable, sino potencialmente peligroso para una población ya asfixiada por múltiples carencias.
En la isla, donde las autoridades reconocen una crisis energética sin precedentes, el calor se convierte en una carga adicional para millones de cubanos que enfrentan apagones diarios de hasta 10 o 12 horas. Sin electricidad, los ventiladores y aires acondicionados dejan de funcionar, y las familias quedan expuestas al calor sofocante sin posibilidad de aliviarse.
La situación se agrava por la escasez de agua potable, un problema estructural que se ha profundizado en los últimos años. En muchos barrios de La Habana y otras ciudades, el agua no llega de forma regular, y las personas deben almacenar en tanques y cubos, lo que en este clima favorece también la proliferación de mosquitos y enfermedades asociadas.
Niños, ancianos y enfermos crónicos son los más vulnerables ante esta combinación explosiva de altas temperaturas, falta de agua y cortes eléctricos. Sin posibilidades de refrigeración, ni de duchas frecuentes, muchos recurren a métodos improvisados para soportar el calor: dormir en los portales, abanicos artesanales o baños con cubos de agua acumulada.
Expertos meteorológicos han advertido que los patrones climáticos del Caribe están siendo alterados por el cambio climático, con veranos más largos y calurosos cada año. Si en mayo ya se alcanzan los 38 °C, el pronóstico para julio y agosto podría incluir cifras aún más extremas, lo que encendería todas las alarmas sanitarias y sociales.
La infraestructura del país, deteriorada y sin mantenimiento suficiente, no está preparada para sostener una carga energética elevada. Mientras tanto, las autoridades cubanas han apelado a la “resistencia” ciudadana y a la “comprensión”, sin ofrecer soluciones inmediatas ni estrategias de alivio para la población.
En este contexto, lo que debería ser una simple ola de calor se convierte en una verdadera crisis humanitaria silenciosa, donde la naturaleza termina golpeando con más fuerza a una sociedad desgastada por décadas de precariedad.
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