En una entrevista con Martí Noticias que ha resonado dentro y fuera de Cuba, el sacerdote Castor Álvarez, conocido por su compromiso pastoral y su valentía cívica, lanzó un mensaje claro y urgente al pueblo cubano: “La Isla es de ustedes, no de los comunistas”.
La afirmación, pronunciada con una mezcla de dolor, convicción y esperanza, no es sólo un grito de resistencia, sino una invitación a recuperar la dignidad nacional desde el alma y la fe.
El padre Álvarez, quien vive y trabaja en Cuba (es párraco de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Camagüey) expuso la fractura entre un régimen anclado en el poder y una población que lucha día a día por sobrevivir a la escasez, el miedo y la represión.
Desde la experiencia pastoral y la cercanía con el pueblo, el sacerdote describió un escenario marcado por la crisis estructural, el envejecimiento de la población, la emigración masiva de jóvenes y una desesperanza creciente.
Sin embargo, fue contundente en su llamado a no resignarse: “Aunque el camino hacia la libertad es lento, hay un camino hacia la liberación”. Para Álvarez, la raíz del problema no es únicamente económica, sino espiritual y moral: el sistema comunista ha despojado al ser humano de su sentido de trascendencia, y ha silenciado las voces que exigen justicia.
Frente a eso, insiste, el cristiano no puede permanecer callado. "Es difícil ser cristiano en Cuba sin denunciar la realidad del sistema", afirmó.
En sus palabras, se revela una teología de la resistencia que coloca a la verdad en el centro de la vida cristiana. Denunciar el mal, cuidar de los vulnerables y no pactar con la mentira son, según él, obligaciones evangélicas.
La Iglesia, insiste, debe ser una luz en medio de la oscuridad, una comunidad profética capaz de acompañar al pueblo sin temor a las represalias. Esta misión, dijo, es especialmente urgente entre los jóvenes, muchos de los cuales enfrentan un vacío existencial ante la falta de horizontes y modelos de vida sólidos.
"El pueblo cubano no está solo", dijo con firmeza. Y es esa frase la que resume la postura pastoral del padre Álvarez: acompañar sin abandonar, consolar sin justificar la opresión, esperar sin ceder al conformismo.
En su mensaje hay dolor, pero también una certeza: Cuba puede transformarse desde la verdad, la justicia y la fe. "El 11 de julio, recordó, fue una señal de que algo nuevo puede nacer. Pero esa transformación necesita raíces más profundas, necesita del perdón sin impunidad, de la justicia sin venganza y de la fe sin miedo".
Frente a un régimen sostenido por el autoritarismo y la represión, el padre Castor Álvarez se presenta como uno de los rostros de una Iglesia que no quiere ser cómplice del silencio.
Su mensaje, profundamente cubano y radicalmente cristiano, propone otro modo de habitar la patria: no desde la obediencia ciega, sino desde la fidelidad a la verdad. Su voz resuena como una campana que llama a despertar: no a la violencia, sino a la conciencia. No al odio, sino a la verdad. Porque, como él mismo recordó, “no puede haber paz sin justicia, ni libertad sin verdad".
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