Miguel Díaz-Canel cerró el Quinto Periodo Ordinario de la Asamblea Nacional con un discurso que, lejos de aportar soluciones reales, se centró en repetir una vez más el guion del oficialismo cubano.
El gobernante pronunció frases polémicas y contradictorias que, aunque reconocen parcialmente la crisis, no ofrecen rutas claras para superarla. “Nos hemos visto obligados a aceptar la dolarización parcial de la economía”, dijo, admitiendo así una realidad negada durante años. También reconoció que este fenómeno amplía la desigualdad social en Cuba, al beneficiar a quienes reciben remesas, mientras la mayoría queda desprotegida.
El deterioro de los servicios básicos fue otro punto abordado con crudeza: escasez de medicamentos, reducción del transporte, apagones prolongados, fallos en la recogida de basura y en el suministro de agua.
Aun así, Díaz-Canel no presentó un solo plan de acción para revertir esta debacle cotidiana que sufren millones de cubanos. La retórica oficial continúa dependiendo de justificarlo todo con el embargo estadounidense.
"El principal obstáculo para lograrlo es externo", aseguró, en referencia al bloqueo, sin mencionar errores internos, mala gestión o la creciente represión política.
"Las declaraciones del mandatario reflejan una desconexión total con el sufrimiento del pueblo, al utilizar frases huecas como ‘Socialismo o muerte’ mientras ignora temas clave como la pobreza extrema, la emigración masiva o la represión institucional."
La ministra de Trabajo fue destituida días antes por negar la existencia de indigencia en el país, pero el presidente no mencionó el escándalo. Tampoco ofreció respuesta alguna a la pérdida de poder adquisitivo ni al desgaste social profundo.
Díaz-Canel volvió a insistir en el control ideológico del ciberespacio. Planteó la necesidad de “romper el cerco mediático” con alianzas tecnológicas y denunció las “armas digitales” que supuestamente distorsionan la imagen de Cuba.
Estas declaraciones dejan claro que el gobierno no pretende ceder en su ofensiva contra medios independientes y voces críticas. "El mensaje final, plagado de consignas de guerra fría, dejó más dudas que certezas: ‘¡Independencia o muerte, sí! ¡Socialismo o muerte, sí!’."
En medio de una crisis humanitaria, esta narrativa parece más una repetición estéril que un llamado efectivo a la esperanza o la acción.
La Asamblea concluyó sin autocrítica, sin nuevas políticas y con un discurso que solo confirma el estancamiento de un régimen que no escucha ni cambia, mientras la población vive una de las etapas más difíciles de su historia reciente.
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