El presidente cubano Miguel Díaz-Canel se encuentra en Moscú como parte de una visita oficial en la que espera obtener apoyo económico clave del gobierno ruso. Su encuentro con el presidente Vladimir Putin se enmarca en las celebraciones por el 80º aniversario de la victoria sobre el nazismo, pero más allá de los actos conmemorativos, el objetivo central del viaje parece ser político y económico: asegurar respaldo tangible en medio del colapso interno de la Isla.
Cuba atraviesa su peor crisis en décadas. Apagones prolongados, escasez generalizada de alimentos y medicinas, inflación disparada y una ola migratoria sin precedentes han dejado al gobierno cubano con escasas opciones.
En este contexto, Díaz-Canel acude a Moscú en busca de inversiones, acuerdos de cooperación y quizás nuevas líneas de crédito que permitan mitigar al menos parcialmente la situación.
La agenda del mandatario cubano ha incluido reuniones con autoridades locales en San Petersburgo, donde se abordaron temas turísticos y comerciales, pero es la reunión con Putin la que concentra las mayores expectativas.
La Habana espera concretar acuerdos en sectores estratégicos como la biotecnología, la energía y la inteligencia artificial, buscando apoyo financiero o transferencia tecnológica que le permitan sortear su actual aislamiento internacional.
Sin embargo, el protocolo con que fue recibido Díaz-Canel —por el viceministro de Relaciones Exteriores ruso, en lugar de una figura de alto nivel— refleja el lugar periférico que ocupa Cuba en la agenda del Kremlin.
A diferencia de otros aliados como China o Brasil, la isla caribeña no es hoy una prioridad para Rusia, lo que deja en evidencia la fragilidad de su posición.
Aún así, Moscú podría ofrecer algunos gestos simbólicos o acuerdos menores que Díaz-Canel pueda presentar como logros ante la opinión pública cubana. En un país donde el descontento social crece y los recursos básicos escasean, incluso un modesto alivio puede ser aprovechado propagandísticamente por el régimen.
La delegación cubana que acompaña al mandatario —integrada por figuras clave como el canciller Bruno Rodríguez y el ministro de Comercio Exterior, Oscar Pérez-Oliva— trabaja contrarreloj para consolidar compromisos que alivien la crítica situación interna. Cuba no busca únicamente respaldo ideológico; necesita soluciones materiales urgentes.
En definitiva, este viaje no es una simple gira diplomática, sino una apuesta desesperada por la supervivencia del modelo cubano. Lo que se obtenga —o no— de esta reunión con Putin podría marcar un punto de inflexión para el futuro inmediato de la Isla.
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