Cuba atraviesa una de las crisis económicas más profundas de su historia reciente, marcada por el colapso productivo, la inflación descontrolada, la escasez de alimentos y medicinas, y una población cada vez más sumida en la pobreza. En este contexto, la isla vuelve a recurrir a una estrategia que ha caracterizado su modelo desde hace más de seis décadas: depender de un aliado externo para sobrevivir. Hoy, ese aliado es México.
Según informes oficiales de Petróleos Mexicanos (Pemex), en 2024 la empresa estatal exportó a Cuba un promedio de 20,100 barriles diarios de petróleo crudo, además de 2,700 barriles por día de productos petrolíferos, por un valor total estimado en 600 millones de dólares. Esto representa un notable aumento respecto a 2023, cuando los envíos ascendieron a 16,800 barriles de crudo y 3,300 barriles de derivados, por un valor de 400 millones de dólares.
Aunque Pemex afirma que estas exportaciones se realizan mediante contratos en pesos y conforme a la legislación vigente, diversas fuentes citadas por Reuters señalan que, en la práctica, muchas de estas operaciones funcionan como donaciones encubiertas, sin certeza sobre la devolución del pago. Esto es especialmente preocupante dado que Pemex enfrenta una deuda superior a los 101 mil millones de dólares, lo que convierte su generosidad en un acto polémico incluso dentro de México.
La ayuda energética que ofrece el gobierno mexicano a La Habana no es un fenómeno aislado, sino un reflejo más de la ineficacia estructural del modelo cubano, que desde 1959 ha demostrado ser incapaz de sostenerse sin apoyo externo. Primero fue la Unión Soviética, que durante décadas financió al régimen con petróleo subsidiado, armas y alimentos. Luego fue Venezuela, con Hugo Chávez y su “petrodiplomacia”, quien asumió el rol de salvavidas con miles de barriles de crudo enviados diariamente, incluso mientras su propio país caía en la ruina.
Ahora le toca a México convertirse en el nuevo soporte de una economía que no produce lo suficiente ni para mantener encendidas las luces. El argumento de la "solidaridad" ante los apagones en Cuba solo evidencia la extrema fragilidad de un sistema incapaz de garantizar lo más básico a su población.
La crisis energética cubana es solo la punta del iceberg. Debajo están los síntomas de un modelo agotado: un aparato productivo paralizado, una agricultura que no alimenta, una moneda sin valor y un sistema político que responde con represión cada vez que el pueblo exige cambios. Los apagones son constantes, los hospitales carecen de insumos y miles de cubanos huyen del país cada mes buscando un futuro que el socialismo tropical nunca pudo ofrecerles.
Resulta paradójico que Cuba, isla caribeña con enormes recursos humanos y naturales, dependa una vez más del petróleo de otro país para funcionar. Más que solidaridad, los envíos de crudo de México son una prueba tangible de que el modelo económico cubano no ha funcionado, no funciona y no funcionará, salvo que se emprendan reformas estructurales profundas y se abandone el control centralizado que ha llevado al país al colapso.
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