El cultivo y consumo de drogas en Cuba ha dejado de ser un fenómeno aislado para convertirse en una preocupante epidemia que se extiende por todo el país. Cada día emergen nuevos casos que revelan formas cada vez más creativas —y alarmantes— de producción y distribución de sustancias como la marihuana y los llamados “químicos”, en medio de una creciente impunidad y desesperación económica.
Uno de los últimos ejemplos tuvo lugar en el municipio Palma Soriano, en Santiago de Cuba, donde agentes policiales allanaron la finca “La Esperanza”. Según el reporte publicado por el perfil oficialista Héroes del Moncada, cercano a la policía, los efectivos llegaron al lugar con información precisa. Lo que hallaron fue una especie de invernadero artesanal donde las plantas de marihuana crecían en macetas, como si se tratara de un experimento de jardinería.
Varias personas fueron detenidas, pero el hecho pone de relieve una situación mucho más amplia: el narcotráfico y el cultivo ilegal de drogas han echado raíces en un país que por décadas se vanagloriaba de estar libre de estos males.
La marihuana, el "químico", y otras sustancias están siendo elaboradas y comercializadas con una naturalidad que evidencia que las autoridades han perdido el control del fenómeno. En muchos barrios, el consumo de drogas entre jóvenes ya no es un secreto ni un tabú, sino una práctica cotidiana alentada por la falta de perspectivas, el deterioro social y la necesidad de muchos de obtener ingresos rápidos a cualquier precio.
Cuba está viendo cómo generaciones enteras caen en las redes del consumo y tráfico de estupefacientes mientras el Estado insiste en discursos vacíos sobre orden y disciplina. La situación se ha salido de control y los intentos de maquillarla con arrestos puntuales o discursos de “tolerancia cero” resultan cada vez menos creíbles.
El caso de Palma Soriano no es aislado. A lo largo del país han sido reportados numerosos incidentes relacionados con la fabricación casera de drogas sintéticas, la venta clandestina de marihuana, el uso de terrenos agrícolas para cultivos ilegales y hasta el reciclaje de medicamentos con fines psicoactivos. El ingenio de los implicados, sumado a la corrupción que afecta a diversos niveles, ha convertido esta crisis en un fenómeno de proporciones nacionales.
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