Mientras la dictadura cubana exhibe ferias agropecuarias rebosantes de viandas, carne y productos caros, accesibles solo para quienes cuentan con dólares en efectivo o negocios privados, los ancianos, enfermos y discapacitados de Gibara sobreviven a duras penas con un plato casi vacío: arroz blanco y agua de frijoles.
Esta es la cruda realidad que expone Luis Miguel Gómez Hernández en un video que ha recorrido las redes sociales y conmovido a miles. Los beneficiarios del Sistema de Atención a la Familia (SAF), encargados de cuidar a los más necesitados, no reciben ni un gramo de proteína, ni un huevo, ni siquiera un pedazo de pollo para completar su alimentación.
La dieta es tan precaria que se traduce en un día a día marcado por la miseria y el abandono. “Es CRIMINAL que los viejitos y los más enfermos solo puedan llevarse a su mesa un poco de arroz y agua de frijoles… mientras las Mipymes y ferias están llenas de comida que ellos jamás podrán comprar”, denuncia Gómez Hernández.
No es solo la pobreza, sino también la falta de transparencia y la corrupción lo que golpea con fuerza a esta población vulnerable. A pesar de las toneladas de alimentos y millones en fondos destinados a la ayuda internacional por organismos como el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU y otras ONG’s, la comida nunca llega a quien realmente la necesita. Muchos se preguntan: ¿dónde se desvía ese dinero y esos recursos? La respuesta parece estar en la indolencia criminal y el desvío sistemático por parte de quienes gestionan estas ayudas.
En otras provincias cubanas la situación es igual o peor. Por ejemplo, en Santiago de Cuba, madres solteras con niños discapacitados denuncian recibir raciones diarias de apenas media taza de arroz y una cucharada de aceite, mientras en los mercados estatales los productos frescos y la carne se venden solo en MLC, fuera del alcance del cubano promedio.
En Camagüey, ancianos cuentan que la entrega mensual del SAF es un paquete de arroz y frijoles secos, sin ningún complemento nutritivo, agravando las enfermedades crónicas.
Esta realidad no solo afecta la salud física, sino también la dignidad humana. Muchas familias han tenido que vender pertenencias o endeudarse para poder comprar alimentos básicos, mientras la propaganda oficial vende la imagen de una Cuba solidaria y bien abastecida.
El drama de Gibara es un reflejo de la crisis social y humanitaria que atraviesa Cuba. El sistema, lejos de proteger a los más vulnerables, los condena al hambre y al abandono. Urge que la comunidad internacional y la sociedad cubana exijan cuentas claras y acciones concretas para detener esta tragedia.
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