Así es la realidad diaria en Cuba, donde la incertidumbre y la espera interminable se han convertido en rutina. Una nueva imagen que circula desde Santiago de las Vegas muestra a decenas de personas formando largas colas solo “por si entra” el gas licuado. Esta situación, lejos de ser un hecho aislado, es reflejo de una crisis que afecta a todo el país.
El desabastecimiento de gas licuado, esencial para cocinar, golpea con fuerza a las familias cubanas. No se trata de un fallo puntual ni de un problema logístico específico, sino de una crisis estructural originada en la mala gestión del régimen, la corrupción y la falta de voluntad política para garantizar las necesidades básicas del pueblo.
El sistema de distribución está colapsado. Las plantas procesadoras no tienen la capacidad necesaria, los cilindros se encuentran deteriorados y los precios —aunque “subsidiados” en el papel— terminan forzando a muchas familias a recurrir a alternativas peligrosas como la leña, el carbón o resistencias eléctricas artesanales, poniendo en riesgo su salud y seguridad. Este fenómeno no es exclusivo de Santiago de las Vegas.
Escenas similares se repiten en Santa Clara, Holguín, Sancti Spíritus y en varios municipios de La Habana, donde los días sin reparto se acumulan y las familias se ven obligadas a improvisar. “Cada semana esperamos a que llegue el gas, pero a veces pasan más de quince días sin reparto”, relata una madre de tres niños en Santa Clara. La consecuencia directa es el retorno forzoso a métodos de cocción que parecían superados, con un grave impacto ambiental y en la calidad de vida.
Todo se repite: colas interminables, desinformación, revendedores amparados por el silencio oficial… y un pueblo que, en lugar de vivir con dignidad, resiste con resignación. En municipios de Holguín, por ejemplo, los propios vecinos han comenzado a organizarse para controlar las colas y evitar conflictos, una muestra más de la desesperación cotidiana.
El gas licuado, que antes se consideraba un producto básico garantizado, se ha convertido en un símbolo más del colapso del sistema. Mientras la cúpula castrista mantiene sus privilegios y comodidades, la mayoría del pueblo cubano hace largas colas simplemente para poder hervir un arroz.
La crisis del gas no solo desnuda el fracaso económico, sino también la falta de empatía de un gobierno que convierte la supervivencia diaria en un ejercicio de resistencia.
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