Estados Unidos y China alcanzaron un acuerdo comercial preliminar tras intensas negociaciones en Londres que buscan estabilizar la tensa relación entre ambas potencias en medio de una guerra comercial que ha afectado a la economía global.
El presidente estadounidense, Donald Trump, anunció a través de su red social TruthSocial que el acuerdo “está cerrado”, pendiente únicamente de la aprobación final suya y del presidente chino, Xi Jinping. Según este pacto, Estados Unidos impondrá aranceles del 55% sobre los productos chinos, mientras que Pekín aplicará un gravamen del 10% a las exportaciones estadounidenses.
Este acuerdo es una extensión del consenso alcanzado en mayo en Ginebra, donde ambas partes pactaron una tregua temporal de 90 días, con una significativa reducción de aranceles mutuos que pasó de niveles extremos —125% para China y 145% para Estados Unidos— a tasas más moderadas, 10% y 30% respectivamente.
La reciente llamada telefónica entre Trump y Xi, realizada el 5 de junio, fue fundamental para reactivar el diálogo y facilitar las negociaciones en Londres, donde los representantes de ambas naciones buscaron “poner carne sobre el hueso” del marco previo y avanzar en la implementación de medidas concretas.
Una de las condiciones clave del acuerdo es que China suministrará “por adelantado los imanes y las tierras raras necesarias”, recursos estratégicos esenciales para la fabricación de tecnología avanzada, automóviles eléctricos y semiconductores, sectores que se han visto afectados por restricciones cruzadas en los últimos meses.
Estados Unidos aseguró que permitirá a estudiantes chinos acceder a sus universidades, un punto que Trump destacó como “siempre me ha parecido bien”.
El secretario de Comercio estadounidense, Howard Lutnick, subrayó que este acuerdo es “completo” y “beneficioso” tanto para Estados Unidos como para China y sus economías, y que la aprobación final por parte de los presidentes abrirá el camino para su implementación.
Li Chengang, viceministro de Comercio chino, calificó las negociaciones como “profesionales, racionales y profundas” y destacó que los progresos logrados “fortalecerán la confianza” entre ambos países, promoviendo un desarrollo rápido y sano de sus lazos económicos y comerciales.
Este nuevo marco busca resolver las tensiones derivadas de las medidas restrictivas impuestas por ambas partes en áreas críticas como la exportación de chips de inteligencia artificial, software de diseño y la revocación de visados para estudiantes chinos, que habían llevado la relación bilateral a uno de sus puntos más críticos en años recientes.
La tregua y este acuerdo pueden marcar un punto de inflexión para las relaciones comerciales más importantes del siglo XXI, enviando una señal positiva a los mercados y ayudando a estabilizar las cadenas globales de suministro.
Ahora queda la expectativa de la ratificación definitiva por parte de Xi Jinping y Donald Trump, tras lo cual comenzará la aplicación formal de este acuerdo que busca no solo reducir el déficit comercial de Estados Unidos, sino también facilitar un intercambio más fluido y cooperativo entre dos de las mayores economías mundiales, en un contexto global marcado por la incertidumbre económica y geopolítica.
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