Cuba cumple doce meses de una crisis energética que ha marcado la vida diaria de la población. Los apagones, que en algunos territorios alcanzan hasta 20 horas diarias, han paralizado hogares, centros de trabajo y fábricas, sumando frustración a una sociedad que ya arrastra más de cinco años de deterioro económico.
En La Habana, las afectaciones rondan entre 4 y 10 horas cada día. Sin embargo, en provincias del interior, los cortes de electricidad superan con facilidad las 20 horas, impidiendo mantener alimentos refrigerados, cargar equipos básicos como teléfonos y motocicletas eléctricas, o realizar gestiones bancarias y administrativas. Para muchos, la madrugada se ha convertido en el único momento disponible para cocinar, planchar o llenar tanques de agua.
Según datos de la estatal Unión Eléctrica (UNE), en mayo la duración promedio de los apagones alcanzó las 18 horas diarias. En algunas localidades se reportaron hasta 38 horas consecutivas sin servicio. La peor jornada fue el 12 de febrero, cuando el 57 % del país quedó simultáneamente a oscuras en el horario de máxima demanda.
Durante este período también se han registrado cuatro apagones nacionales. Uno estuvo vinculado al paso del huracán Helene, pero los otros tres respondieron a fallas internas del Sistema Energético Nacional (SEN).
La crisis se explica, en gran medida, por el deterioro de las siete centrales termoeléctricas del país, instalaciones que acumulan décadas de explotación y casi nula inversión en modernización. De manera cotidiana, varias de ellas están fuera de servicio por roturas o mantenimientos.
El Gobierno intentó aliviar la situación con centrales flotantes rentadas a empresas extranjeras. En el mejor momento, llegaron a operar ocho “patanas” conectadas a la red, pero hoy solo queda una. Las demás partieron por impagos.
La UNE asegura que el 66 % de los apagones obedece a la falta de combustible para alimentar cientos de motores eléctricos de respaldo. El resto se relaciona con la precariedad de las centrales termoeléctricas.
En mayo, la empresa eléctrica aseguró que para julio habría una reducción de las afectaciones, aprovechando reparaciones programadas en plantas clave. Sin embargo, la situación no mejoró y el verano fue especialmente duro para la población.
Expertos independientes estiman que la modernización del SEN requeriría entre 8.000 y 10.000 millones de dólares, una cifra inalcanzable para la economía cubana actual.
El régimen insiste en culpar a las sanciones de Estados Unidos por lo que denomina “asfixia energética”. Sin embargo, no reconoce las décadas de malas decisiones internas que han dejado al país sin un sistema energético confiable ni sostenible.
El Gobierno ha presentado como salida la expansión de la energía solar, con el respaldo de China. El plan prevé levantar 92 parques solares en toda la isla para 2031, con una capacidad instalada de 2.000 megawatts.
Hasta ahora, se han inaugurado y sincronizado unos 25 parques, lo que representa un avance en los plazos previstos. Sin embargo, especialistas advierten que esta estrategia no será suficiente sin incorporar sistemas de almacenamiento a gran escala que garanticen electricidad durante la noche.
El propio Ministerio de Energía y Minas reconoce que las termoeléctricas seguirán siendo la columna vertebral del SEN, lo que prolonga la incertidumbre sobre el futuro energético del país.
Mientras tanto, los cubanos siguen sufriendo las consecuencias: días enteros sin electricidad, economías familiares devastadas y un creciente descontento social. Para muchos, la crisis energética se ha convertido en el mayor símbolo del fracaso de un sistema incapaz de garantizar lo más básico: la luz en sus hogares.
(Con información de EFE)
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