En los últimos años, la política exterior mexicana ha mantenido un doble juego: por un lado, cede a las exigencias de Estados Unidos en materia migratoria y comercial; por otro, continúa brindando asistencia al régimen cubano, principalmente mediante el suministro de combustibles y apoyos financieros. Esta dualidad ha generado críticas internas, ya que, mientras se destinan recursos a sostener a La Habana, los propios mexicanos enfrentan graves carencias sociales y económicas.
Cuba: beneficiaria histórica del apoyo mexicano
La relación de los gobiernos mexicanos con Cuba ha estado marcada por un flujo constante de ayuda hacia la isla, independientemente de la administración en turno. Ningún presidente ha roto de manera definitiva con La Habana, pese a que los recursos entregados no se han traducido en beneficios para el pueblo cubano, sino en un sostén para el aparato represivo del régimen.
Diversos analistas advierten que continuar con este esquema es insostenible. En un momento en que México enfrenta crisis de seguridad, inflación y un creciente descontento social, mantener aportaciones al gobierno de Miguel Díaz-Canel se percibe como un acto inmoral. “El compromiso primero de la presidenta debe ser con su pueblo, no con un gobierno extranjero que reprime a sus ciudadanos”, señalan.
El costo de la sumisión
Mientras México envía combustibles y otros apoyos a Cuba, también ha cedido ante Estados Unidos en temas clave. El despliegue de miles de elementos de la Guardia Nacional en la frontera norte para contener la migración es uno de los ejemplos más evidentes. Este movimiento benefició directamente a Washington, que evitó aplicar aranceles, pero significó un costo económico enorme para México, además de exponer a sus fuerzas de seguridad a un papel subordinado.
La paradoja es clara: mientras se destina presupuesto para cumplir con las demandas de Estados Unidos y sostener al régimen cubano, los ciudadanos mexicanos enfrentan limitaciones en servicios básicos y un futuro incierto en materia económica.
¿Hasta cuándo la ayuda a Cuba?
El debate sobre la pertinencia de seguir financiando al régimen de la isla se intensifica. Los críticos recuerdan que este apoyo no es nuevo: desde hace décadas, Cuba ha recibido petróleo, créditos y respaldo diplomático de México. Sin embargo, la situación actual es más crítica. La economía mexicana no está en condiciones de mantener subsidios externos mientras millones de personas viven en pobreza.
El dilema es también ético: ¿puede justificarse enviar recursos a un gobierno extranjero que utiliza esos fondos para reforzar su aparato represivo? Para muchos, la respuesta es un rotundo no.
El riesgo político
La presidenta Claudia Sheinbaum enfrenta una encrucijada. Si continúa la política de apoyo irrestricto a La Habana, se arriesga a perder legitimidad interna frente a un electorado cada vez más crítico. Si decide cortar de tajo la ayuda, marcaría un giro histórico en la relación bilateral y enviaría un mensaje claro de que los recursos nacionales deben priorizar a los mexicanos.
En cualquier escenario, la relación con Cuba será una prueba decisiva para su liderazgo. Lo que está en juego no es solo la política exterior, sino la confianza de millones de ciudadanos que esperan que su gobierno ponga primero los intereses nacionales.
(Con información de El Universal)
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