En plena escalada de tensión con Estados Unidos, Nicolás Maduro lanzó este sábado un nuevo llamado que pone en evidencia su estrategia de gobernar mediante el miedo y la movilización forzada.
La “Gran Jornada de Alistamiento” que se desarrolla este 23 y 24 de agosto busca involucrar tanto a militares como a civiles en un ejercicio que el gobierno presenta como defensa de la soberanía, pero que para muchos analistas y ciudadanos representa un mecanismo de control político y militarización de la población.
En un video difundido por sus redes, Maduro asegura que “nadie sobra cuando de defender la patria se trata” y convoca a todos a participar activamente en plazas públicas y unidades militares.
Lo que el régimen llama patriotismo no es más que una forma de presión sobre los venezolanos, obligándolos a formar parte de un juego que mezcla política, propaganda y amenaza externa.
Mientras millones de venezolanos enfrentan problemas cotidianos de alimentación, salud y empleo, el llamado a alistarse parece desconectado de las verdaderas necesidades de la población.
La jornada coincide con un despliegue de fuerzas estadounidenses en el Caribe, incluyendo destructores con sistemas Aegis y alrededor de 4.000 marines, enviados por Washington bajo el mandato de la lucha contra el narcotráfico.
Esto alimenta el discurso de Maduro, quien ha sido señalado por Estados Unidos de liderar redes de narcotráfico, reforzando así la narrativa de amenaza externa. Sin embargo, la jugada del gobierno busca más controlar que proteger, reforzando la lealtad de quienes aún dependen del régimen para sobrevivir y exhibiendo fuerza ante la comunidad internacional.
Expertos independientes advierten que este tipo de maniobras se enmarcan en patrones típicos de gobiernos autoritarios: crear enemigos externos para consolidar poder interno, militarizar la sociedad y distraer de la crisis social y económica que devora al país.
La participación, aunque presentada como voluntaria, ejerce una presión implícita sobre quienes no tienen otra opción que acudir, bajo el riesgo de represalias o marginalización.
Venezuela se enfrenta así a un doble desafío: sobrevivir a la crisis cotidiana y resistir la creciente militarización promovida por un gobierno que prioriza su imagen de soberanía frente a Estados Unidos sobre las necesidades de su pueblo.