El más reciente episodio del programa oficialista Razones de Cuba, conducido por Humberto López, ha buscado un nuevo chivo expiatorio para el colapso económico que vive el país: la plataforma digital El Toque. En lugar de admitir la responsabilidad del gobierno en la debacle financiera, López acusó al medio independiente de ser el culpable de que el dólar alcance precios récord en el mercado informal cubano.
Según el discurso televisivo, El Toque manipula la tasa de cambio con fines “subversivos” y “desestabilizadores”. Sin embargo, esta narrativa se repite como una estrategia ya conocida del régimen: desviar la atención de los verdaderos problemas estructurales. Antes era el “bloqueo”, luego los “enemigos externos”, y ahora, el culpable es un sitio web que apenas refleja lo que ocurre en el mercado negro de divisas, un fenómeno que es consecuencia —no causa— del desastre económico nacional.
La realidad es que la devaluación del peso cubano no tiene nada que ver con El Toque, sino con la política económica del propio gobierno. Desde hace años, el Banco Central carece de reservas en divisas, el país no accede a créditos internacionales por su historial de impagos, y la única respuesta del Estado ha sido recurrir a la emisión descontrolada de dinero para cubrir un déficit fiscal que no deja de crecer. Cada nuevo peso impreso sin respaldo se traduce en más inflación y en una pérdida acelerada del poder adquisitivo.
A esto se suma la parálisis productiva. Las empresas estatales operan con pérdidas, los apagones son constantes, el combustible escasea y los salarios —que el gobierno sigue pagando aunque no haya producción— apenas alcanzan para sobrevivir. En ese contexto, el dólar y el euro se convierten en refugios de valor. No porque El Toque los “manipule”, sino porque los cubanos buscan desesperadamente una manera de proteger lo poco que tienen ante la devaluación imparable del peso.
El régimen sabe perfectamente esto, pero necesita un enemigo visible. Culpar a una página web es mucho más sencillo que reconocer que las decisiones de Alejandro Gil, Marino Murillo y otros arquitectos del fracaso económico han hundido al país en una espiral inflacionaria sin salida. Desde el llamado “ordenamiento monetario”, Cuba vive una crisis sin precedentes, con tres monedas circulando, precios fuera de control y una economía que se sostiene apenas por las remesas y la dolarización parcial del comercio.
Además, resulta irónico que quienes acusan a El Toque de “traficar divisas” sean los mismos que crearon las tiendas en MLC, obligando a los cubanos a comprar con monedas extranjeras que el Estado no paga. Mientras tanto, las MIPYMES vinculadas a militares y funcionarios importan mercancías en dólares, y el ciudadano común debe acudir al mercado informal para conseguir la divisa que el sistema financiero estatal no le ofrece.
Culpar a El Toque no resolverá la crisis. El colapso del peso cubano es el resultado directo de la incompetencia de un modelo que destruyó la producción nacional, expulsó a su fuerza laboral al exilio y convirtió la economía en un gigantesco circuito de sobrevivencia.
El régimen podrá seguir fabricando enemigos, pero la realidad económica es imposible de ocultar. Los cubanos saben que el problema no es un portal digital, sino un gobierno que lleva décadas gastando más de lo que produce, mintiendo más de lo que gobierna y culpando a otros por los efectos de su propia ineficiencia.
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