Foto de Martí Noticias
Cuba enfrenta una grave crisis en los servicios funerarios, marcada por demoras extremas, falta de transporte y condiciones indignas que han provocado indignación entre los ciudadanos. En la capital, familias denuncian que los cuerpos de sus seres queridos permanecen durante horas, e incluso días, sin poder ser trasladados o enterrados debido a la falta de carros fúnebres y recursos básicos.
“El día que mi mamá falleció a las once de la mañana del día 8, la tuve aquí en la casa tendida en la cama hasta las tres de la madrugada. Como catorce horas aproximadamente, esperando el carro”, relató a Martí Noticias Rebeca Calderón Díaz, cuya madre fue velada en la funeraria Mauline de Arroyo Naranjo, en La Habana.
La mujer aseguró que no se trata de un caso aislado:“Una vecina también falleció días antes y había allí en la funeraria cadáveres de tres días, que ya estaban en estado de putrefacción. La familia tuvo que dirigirse al Partido y dar bateo porque no se podía estar en la funeraria.”
Trabajadores de instituciones necrológicas de la capital reconocieron la gravedad de la situación y la atribuyeron a una ola de fallecimientos que supera la capacidad operativa de los servicios.
“Eso no es mentira, es verdad, pero no es culpa de nosotros. El carro lo pone la base. A la vez que llega el familiar, se hace el servicio y se reporta a la base, que es quien recoge los fallecidos”, explicó una empleada de la funeraria Mauline.
La misma trabajadora confesó que la saturación es tal que los cadáveres se acumulan en pasillos:“Tenemos que estar poniendo fallecidos hasta en el pasillo. En octubre terminé con 295 fallecidos. A veces tengo de 12 a 13 diarios. No sabemos por qué hay tantos muertos, no nos han dicho nada.”
Entre las principales quejas de la población figuran los féretros de baja calidad, los retrasos de más de 12 horas en los entierros, la escasez de panteones disponibles y la falta de combustible para los traslados.
El martes, durante una reunión del Consejo de Expertos y Científicos para temas de Salud, el gobernante Miguel Díaz-Canel reconoció la magnitud del problema y ordenó tratar la situación “como una pandemia”.
“Vamos a trabajar esta epidemia como mismo se trabajó la COVID-19”, afirmó.
Fidencia Díaz, madre de Rebeca Calderón, murió tras contraer lo que su familia describe como “el virus”. Su acta de defunción consigna como causa la “insuficiencia respiratoria aguda”. Rebeca contó que el entierro previsto para la 1:30 p. m. se retrasó hasta las 3:00, porque solo había un vehículo disponible.
“Ese carro tenía que ir primero al hospital o a buscar otro fallecido. A tantas horas de muerta ya se sentía mal olor.”
Casos similares se multiplican en redes sociales. El habanero Vladimir Viera denunció que el cuerpo de su amigo José, residente en el reparto Camilo Cienfuegos, permaneció más de 12 horas sin ser trasladado por falta de transporte y combustible.
Una funcionaria de la Base Central de Necrología de La Habana confirmó el colapso del sistema:“La Habana está colapsada. Hay más de 160 muertos diarios. Trabajamos con 18 carros, más algunos alternativos. No tenemos para más. La mayoría de los choferes están enfermos con el virus.”
El déficit de vehículos funerarios, sobre todo fuera de la capital, ha llevado a algunas familias a transportar a sus difuntos por sus propios medios, en carretillas, bicitaxis o vehículos particulares.
En medio de la crisis sanitaria y la precariedad del sistema, el dolor de perder a un ser querido se multiplica por la indignidad con que se gestionan los funerales, dejando a la vista el colapso de un servicio esencial en la Cuba actual.
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