En Guantánamo, los medios oficiales celebran que los equipos de las FAR hayan salido a las calles para fumigar contra el mosquito Aedes aegypti. Pero detrás de esa noticia aparentemente positiva se esconde una pregunta incómoda: ¿cómo llegamos al punto en que el ejército debe asumir tareas sanitarias que deberían corresponder a las autoridades civiles de Salud Pública o por qué no haber tomado esa decisión con anterioridad y evitar la crisis sanitaria actual?
El operativo llega en medio de un repunte de casos febriles y brotes de dengue, mientras el sistema de salud local sufre un deterioro progresivo por falta de insumos, combustible y personal.
En varias provincias del oriente cubano, los equipos de fumigación han estado paralizados durante meses porque no hay diésel ni camiones en funcionamiento. Los propios trabajadores de Higiene y Epidemiología han denunciado que apenas pueden cubrir las zonas más críticas por falta de transporte y materiales.
Y, sin embargo, cuando el riesgo epidemiológico se hace incontrolable, aparecen los medios de las FAR: camiones, uniformes, combustible y logística que hasta hace unos días “no existían”. ¿Por qué se espera a que el mosquito gane terreno para actuar? ¿Por qué no se emplean esos mismos recursos durante todo el año para prevenir y no solo para reaccionar?
El hecho de que las FAR participen en tareas sanitarias refleja dos realidades. La primera: que las instituciones civiles están al borde del colapso. La segunda: que el gobierno utiliza estas operaciones como propaganda, para mostrar “capacidad de respuesta”, aunque esa respuesta llegue tarde y sea paliativa.
Mientras tanto, los hospitales siguen sin reactivos, los consultorios carecen de personal y la población continúa expuesta a enfermedades evitables.
Además, el problema del mosquito no se resuelve con fumigar un par de días. Sin saneamiento básico, sin recogida de basura y sin agua corriente estable, cualquier esfuerzo resulta superficial. Fumigar sin atacar las causas estructurales —como los microvertederos, los depósitos improvisados de agua y la falta de control sanitario— es simplemente apagar fuegos en un campo seco.
El despliegue militar puede sonar heroico, pero es también un síntoma de precariedad. En un país donde falta combustible para las ambulancias y el transporte público, pero sí aparece para los camiones de fumigación de las FAR, la pregunta sigue en el aire: ¿qué prioridades está defendiendo el Estado cubano realmente?
Quizás, en otro acto de "heroísmo" lancen a los militares a limpiar las calles, algo que hace muchísima falta y por lo que se vé, son los únicos con la posibilidad real de hacerlo.
Video: Alexander Ríos Cruz
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