La reciente detención del líder opositor cubano José Daniel Ferrer ha intensificado la confrontación entre el régimen de La Habana y la Embajada de Estados Unidos en Cuba. Apenas tres meses después de su liberación, el activista fue arrestado nuevamente este martes, en lo que muchos consideran una represalia directa contra su activismo y sus vínculos con representantes diplomáticos extranjeros.
Tras el arresto, el viceministro de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío, arremetió contra el jefe de misión de EE.UU., Mike Hammer, a quien acusó de actuar como un "activista extranjero".
A través de la red social X, insinuó que las acciones del diplomático representan una injerencia directa en los asuntos internos del país y cuestionó si Cuba no tiene derecho a "protegerse de la agresión estadounidense".
Ferrer, fundador de la Unión Patriótica de Cuba fue detenido tras la revocación de su libertad condicional. Según autoridades judiciales cubanas, no se presentó a dos audiencias, lo que constituiría una violación de los términos de su excarcelación. Sin embargo, organizaciones defensoras de derechos humanos y observadores internacionales consideran esta medida una estrategia del régimen para acallar voces críticas.
La detención ocurrió pocas horas después de un violento operativo policial en la sede de Unión Patriótica en Santiago de Cuba, donde también fueron arrestados su esposa, su hijo menor y varios activistas. Su hermana, Ana Belkis Ferrer, denunció que la vivienda fue completamente saqueada por las autoridades.
El gobierno cubano ha centrado parte de su narrativa en la relación entre Ferrer y Mike Hammer. En febrero, el diplomático visitó la sede de Unión Patriótica y mantuvo una reunión con Ferrer y otros opositores. El encuentro fue descrito por el activista como cordial y productivo y generó expectativas de una posible distensión bilateral.
No obstante, el régimen ahora presenta esa visita como una amenaza a su soberanía, mientras endurece su discurso contra Washington. Aunque aún no hay una respuesta oficial por parte del gobierno estadounidense, la administración ha reiterado en ocasiones anteriores su compromiso con la defensa de los derechos humanos en la Isla.
El caso Ferrer evidencia el rechazo del régimen cubano a cualquier intento de mediación o apoyo internacional a la oposición, reafirmando su línea dura contra el disenso interno. En este clima, la represión vuelve a imponerse sobre el diálogo y la diplomacia se ve atrapada en una espiral de desconfianza y confrontación.
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