La reciente intervención del primer ministro cubano, Manuel Marrero Cruz, ante la Asamblea Nacional dejó al descubierto una realidad incómoda para el régimen: el pueblo cubano ya no quiere asumir responsabilidades dentro de las estructuras estatales. Con más de 10.500 plazas vacantes de “cuadros” —funcionarios con tareas administrativas y políticas— la desconfianza hacia el aparato gubernamental y el fracaso reiterado de sus políticas parecen haber minado cualquier vocación de servicio público.
El cargo de intendente municipal, creado con la intención de fortalecer la gestión local, ha sufrido 164 movimientos desde su implementación. En la actualidad, aún hay 7 intendencias vacantes y 133 viceintendentes por nombrar, una cifra alarmante que revela la inestabilidad y el poco atractivo que representa asumir tales funciones en el contexto actual.
¿Por qué nadie quiere ser cuadro en Cuba? La respuesta es sencilla y contundente: porque nadie quiere cargar con el peso de un sistema en ruinas, sin recursos ni soluciones reales, y mucho menos convertirse en el rostro visible de políticas que llevan décadas fracasando. A ello se suma el desprestigio social que conlleva ser parte de una estructura que la mayoría percibe como ineficaz, represiva y alejada de las verdaderas necesidades del pueblo.
Marrero intentó justificar la crisis señalando el “contexto de guerra económica”, en alusión a las sanciones internacionales, pero evitó referirse a la raíz del problema: la incapacidad del modelo socialista cubano para generar resultados sostenibles. La gente no quiere "buscarse problemas", como él mismo admitió que deben hacer los cuadros, porque ya sabe que no hay respaldo ni herramientas para cambiar nada desde dentro.
En su discurso, el primer ministro citó al general Raúl Castro, repitiendo que quienes no estén “a la altura” deben dar paso a otros. Pero ¿quién está dispuesto hoy a entrar a un sistema que no admite críticas, que impone metas inalcanzables y que sacrifica a sus cuadros cuando todo sale mal?
La estrategia del régimen para enfrentar esta desbandada parece ser la reestructuración. Marrero mencionó la creación y fusión de 117 empresas municipales como vía para reactivar la economía local, pero sin liderazgo competente ni autonomía real, estos proyectos están condenados a la ineficiencia.
En áreas como los servicios comunales, el panorama no es más alentador. A pesar de los intentos por reorganizar estructuras en La Habana, los problemas persisten. Se habla incluso de abrir la puerta a inversiones extranjeras para resolver lo que el Estado ha demostrado no poder manejar.
La preparación del Noveno Congreso del Partido Comunista, según Marrero, buscará establecer una hoja de ruta económica hasta 2035. Sin embargo, pocos creen que un nuevo documento, por muy “robusto” que sea, logrará lo que los anteriores no pudieron: sacar a Cuba del estancamiento crónico en el que vive.
La realidad es que el pueblo cubano ya no cree en promesas ni en redimensionamientos burocráticos. Por eso las plazas siguen vacías: porque nadie quiere ser cómplice ni víctima del fracaso.
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