El derecho a una vivienda digna, garantizado en la propia Constitución de Cuba, continúa siendo una promesa lejana para cientos de miles de ciudadanos. A pesar de ser un tema recurrente en los discursos oficiales, el déficit habitacional sigue creciendo, mientras las soluciones se diluyen entre planes mal ejecutados, escasez de materiales y tecnología obsoleta.
Durante recientes sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, las cifras fueron contundentes:
805 583 viviendas faltan en todo el país al cierre de marzo de 2025.
De ellas, 398 364 necesitan rehabilitación y 407 219 deben ser construidas desde cero. Pero la capacidad estatal apenas roza la superficie del problema: solo el 22% de estas necesidades ha sido atendido desde el ámbito institucional, y la atención a la dinámica demográfica —una línea prioritaria— apenas ha alcanzado un 13% de cumplimiento.
Más preocupante aún es el dato de que 6 520 viviendas más han pasado de estar en estado regular a mal con respecto al año anterior, lo que evidencia un deterioro progresivo del ya frágil fondo habitacional. Mientras tanto, las iniciativas por cuenta propia —que alguna vez ofrecieron una posible salida alternativa— también enfrentan obstáculos, desde la falta de materiales hasta trabas burocráticas.
“Los planes están por debajo de la necesidad, tanto para el que tiene una vivienda deteriorada como para quien no tiene ninguna”, reconocieron las autoridades durante el debate parlamentario.
La “propuesta”, repetida año tras año, sugiere usar materiales locales como barro, canto, madera o plástico reciclado para levantar viviendas, ante la imposibilidad de acceder de manera estable a insumos clave como el cemento y el acero. Sin embargo, el contexto sigue siendo adverso:
Escasez de combustible
Tecnología obsoleta
Más del 30% de los centros de producción de materiales de construcción paralizados
Esta combinación de factores condena a miles a esperar indefinidamente por un techo digno, especialmente a quienes perdieron sus hogares por derrumbes, o llevan décadas albergados en condiciones precarias, esperando una vivienda que nunca llega.
“Para ellos, tal vez, no habrá nunca una vivienda. Ya ni digamos digna”, concluyen muchos ciudadanos con resignación.
Cada año se repite el ciclo: cifras alarmantes, reconocimientos oficiales, promesas de explorar soluciones alternativas… pero ningún cambio estructural. La vivienda en Cuba sigue siendo, para los más vulnerables, un sueño tan inalcanzable como constante en el discurso oficial.
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