Las últimas horas de vida del bebé Rafa fueron un eco cruel de la desatención que tantos niños sufren en Cuba. Pero aún más desgarrador es lo que ha seguido a su muerte. En una publicación profundamente conmovedora, Lara Crofs denunció la cadena de atropellos que han acompañado el velorio de este niño en Morón, Ciego de Ávila. Sus palabras no sólo expresan dolor, sino también rabia y una creciente sensación de hartazgo colectivo.
La familia de Rafa ha tenido que enfrentar no solo la pérdida, sino también la humillación de un sistema que demuestra ser incapaz de acompañar con dignidad el último adiós.
El niño debía ser trasladado desde La Habana hasta Ciego de Ávila el mismo día de su velorio. Pero el cuerpo no llegó a tiempo. Pasadas las 3:30 p.m., la madre del niño recibió una llamada: su hijo no había llegado a la funeraria, y nadie sabía dónde estaba.
Nadie podía localizar al chofer del carro fúnebre, porque no tenía celular. Esta explicación absurda pone en evidencia la precariedad de un sistema que ni siquiera en la muerte es capaz de ofrecer respeto.
“Así de precario es el sistema que debería garantizar, al menos, el mínimo respeto en un momento tan doloroso”, escribió Lara.
"Velan a un niño en penumbras. Como si no bastara con la tragedia de su muerte, ahora también hay que sufrir el abandono en el silencio oscuro de una sala mortuoria."
La imagen estremece: un pueblo sin luz, un ataúd en penumbras, una familia rota velando a su hijo sin siquiera la dignidad de una lámpara encendida. Las preguntas que se hace Lara son las mismas que se hace todo un país: ¿Cuántos hijos de dirigentes viven esta tragedia? ¿Cuántos mueren por una bacteria no identificada? ¿Cuántos son abandonados por un sistema que calla y olvida?
"La desidia no es neutra, es violencia. Y cuando se impone sobre la muerte, se vuelve imperdonable." Esta frase encierra el núcleo de la denuncia: lo que ocurre no es casual, ni inevitable ¡Es negligencia convertida en norma! Es abandono institucional. Rafa no necesitaba milagros, necesitaba atención médica, recursos y verdad. La impotencia de sus padres es la de muchos. Y su historia, por más dolorosa que sea, debe servir como llamado urgente: la resignación no puede seguir siendo política de Estado.
¡Basta ya de convertir la tragedia en rutina!