Una reciente encuesta realizada por la firma Datafolha ha revelado una creciente desaprobación hacia el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en el marco de su tercer mandato. El sondeo, realizado entre el 10 y el 11 de junio con entrevistas a más de 2.000 personas en todo el país, muestra que el 56% de los brasileños asegura sentir vergüenza de Lula, mientras que apenas un 40% dice sentirse orgulloso.
Estos resultados reflejan un deterioro en la percepción pública del mandatario, que durante sus primeros dos periodos presidenciales (2003-2010) gozaba de altos índices de popularidad gracias a políticas sociales como el programa Bolsa Familia, el auge económico y la expansión del consumo. Sin embargo, el peso de los escándalos de corrupción del pasado, sumado a un presente marcado por la polarización política, parece estar pasando factura a su imagen.
Lula fue condenado por corrupción en el marco de la Operación Lava Jato, en un proceso que incluyó su prisión durante 580 días. Aunque las condenas fueron anuladas en 2021 por el Supremo Tribunal Federal (STF) por irregularidades procesales, el daño a su reputación persiste en el imaginario colectivo de muchos brasileños. La ajustada victoria electoral sobre Jair Bolsonaro en 2022, con solo un 50,9% de los votos frente al 49,1% del expresidente, ya evidenciaba una fuerte división en el país.
La encuesta de Datafolha no solo apunta al rechazo hacia Lula. También revela un profundo malestar ciudadano con instituciones centrales del poder brasileño: el 59% de los encuestados se siente avergonzado del Senado, el 58% de la Cámara de Diputados y otro 58% del Supremo Tribunal Federal. Por el contrario, las figuras locales y cuerpos institucionales como los alcaldes (62%), las Fuerzas Armadas (55%) y los gobernadores (52%) generan mayor orgullo entre los ciudadanos.
La imagen del STF, que tuvo un papel clave tanto en la liberación de Lula como en los juicios por el intento de golpe del 8 de enero de 2023, también sufre el desgaste de la polarización. Entre los simpatizantes de Jair Bolsonaro, un 82% se declara avergonzado del Supremo, frente a solo un 12% que lo respalda. En contraste, entre los votantes de Lula, el 52% expresa orgullo y solo un 36% desaprueba a los magistrados.
Este panorama revela un Brasil dividido, donde la desconfianza hacia las instituciones centrales es cada vez más pronunciada. El hecho de que figuras del poder local y las Fuerzas Armadas mantengan altos niveles de aprobación también indica que parte de la población está volcando su confianza fuera de la esfera federal.
Lula enfrenta ahora el desafío de revertir esta tendencia en un contexto político y económico difícil. A medida que avanza su tercer mandato, deberá no solo gestionar los retos del país, sino también reconstruir su imagen en un escenario en el que la legitimidad se mide cada vez más por la percepción popular.