"En la Cuba actual, marcada por el deterioro social, económico e institucional, el régimen ya no puede sostenerse únicamente con represión visible. La crisis estructural del país —hospitales colapsados, salarios simbólicos, corrupción sistemática— requiere, además, de un entramado narrativo que oculte la realidad y mantenga una ilusión de estabilidad" manifiesta Yamilka Lafita, conocida por Lara Crofs, activista cubana que se identifica como disidente, sin pelos en la lengua.
Para mantener su "status", afirma Lara "el poder se apoya cada vez más en ´agentes de opinión´: figuras públicas que no portan uniforme, pero que cumplen funciones de legitimación simbólica del sistema.
"Estos agentes operan desde la cultura, la medicina o la comunicación, y repiten sin parecerlo los discursos que el poder necesita. No son panfletarios, sino aparentemente ´civiles´, personas que promueven una visión edulcorada de la realidad.
"Así, un actor como Alejandro Cuervo habla de ´superación personal´, como si el fracaso fuera culpa del ciudadano y no del sistema.
"Una comunicadora como Lisandra Martín se presenta como ´neutral´, pero siempre relativiza la represión y desactiva el impulso crítico.
"La doctora Nayla Alvarado representa la cara amable del sistema de salud, omitiendo el colapso sanitario, mientras el médico Ernesto Córdovi actúa como vocero político que niega incluso la existencia de presos políticos.
“Estas figuras no disparan, pero sostienen el arma de la manipulación simbólica. Su función es fabricar consenso, sembrar resignación y personalizar el fracaso colectivo.
Lo más grave del discurso cómplice no es su contenido explícito, sino su efecto: convierte una situación estructural en un problema individual.
"En lugar de denunciar la falta de libertades, promueve la idea de que todo se resolvería si los cubanos fueran más disciplinados o menos negativos.
"En lugar de condenar el autoritarismo, acusa a la oposición de ´politizar´ la crisis. Y en lugar de asumir una postura ética frente a la represión, opta por el silencio estratégico.
"Estas narrativas actúan como anestesia social. No buscan convencer con argumentos, sino desmovilizar a través de la confusión, el escepticismo y la culpabilización".
Funcionan como máscaras del sistema, diseñadas para presentar una Cuba “plural”, “diversa” y “dialogante”, cuando en realidad se opera dentro de márgenes cuidadosamente controlados.
“El discurso cómplice es el disfraz moderno del autoritarismo. No necesita gritar lemas ni citar a Fidel; le basta con sembrar dudas y adornar la mentira.”
Al final, estas figuras, conscientes o no, se convierten en engranajes de una maquinaria que mantiene la injusticia. No hace falta carnet del Partido ni una oficina estatal para cumplir funciones de propaganda. Basta con utilizar el prestigio personal para reforzar una narrativa que niega lo esencial: la falta de libertad, derechos y justicia en Cuba.
Por eso, en un país donde la verdad está secuestrada, todo el que maquilla la mentira...¡también oprime!
Del sitio de Lara Crofs
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