La reciente aparición del actor cubano Alejandro Cuervo en el programa Destino Talk ecendio la polémica en redes, especialmente tras la dura reacción del presentador Alexander Otaola.
Cuervo, recién llegado a Estados Unidos, ofreció una entrevista en la que relató el sufrimiento del pueblo cubano debido a la crisis energética, las carencias diarias y las dificultades para mantener una vida digna en la Isla.
En medio del testimonio, el actor se mostró visiblemente emocionado, casi al borde del llanto, lo que para muchos fue un gesto de empatía. Sin embargo, para Otaola, todo fue una “puesta en escena”.
“Es la típica entrevista de un comunista”, afirmó Otaola en su programa, asegurando que Cuervo evitó conscientemente mencionar al régimen cubano o sus políticas represivas. “No puedes hablar de sufrimiento sin nombrar a los culpables. Llorar sin denunciar es actuar, y tú eres un mal actor”, espetó el influencer, conocido por su estilo directo y controversial.
La crítica no se limitó a las lágrimas: Otaola también cuestionó las aparentes contradicciones en el discurso de Cuervo, quien aseguró que en Cuba se vive con dificultad, pero al mismo tiempo comparó esa experiencia con emigrar a lugares como España, Italia o México.
“Comparar a Cancún con La Habana es insultar la inteligencia del exilio”, dijo Otaola, señalando que ese tipo de relativización solo beneficia al discurso oficialista. Además, acusó a Cuervo de querer limpiar su imagen ante la diáspora sin romper verdaderamente con el sistema que por años lo favoreció en la televisión estatal.
Lo que para algunos fue una muestra de sensibilidad, para otros —como Otaola— fue una estrategia calculada. “La emoción sin denuncia es complicidad. Y en eso, Cuervo es experto”, sentenció el presentador. Con esto, reavivó el debate sobre el rol de los artistas cubanos en el exilio y su responsabilidad moral frente a una dictadura que sigue oprimiendo a millones.
La entrevista de Cuervo, lejos de generar empatía unánime, ha dividido opiniones en la comunidad cubana del exilio. Para muchos, el silencio frente a la represión es una forma de encubrimiento. Para otros, su llegada a Estados Unidos podría marcar el inicio de un proceso de apertura y autocrítica. Por ahora, Otaola ya lanzó el primer golpe.
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