Las recientes declaraciones del viceministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Carlos Fernández de Cossío, no solo destilan cinismo, sino que representan un intento burdo de manipular la opinión pública. En una entrevista para la televisión oficialista, el funcionario culpó a Estados Unidos por la crisis migratoria cubana, atribuyéndola al "bloqueo económico". Sin embargo, la realidad es que la responsabilidad recae directamente en el régimen cubano, cuya incompetencia y represión han sumido a la isla en una miseria extrema, obligando a miles de ciudadanos a arriesgar sus vidas para huir.
Cossío afirma que "Estados Unidos en las últimas décadas ha utilizado la política migratoria como herramienta de desestabilización contra Cuba". Este discurso victimista ignora el hecho de que el éxodo masivo de cubanos es una respuesta directa a la precariedad económica y la falta de libertades impuestas por el gobierno cubano. A lo largo de los años, el régimen ha utilizado la migración como una válvula de escape para aliviar la presión social y también como un mecanismo de chantaje político contra Washington.
Más preocupante aún es la acusación de Cossío de que "las operaciones de tráfico de migrantes se financian y organizan desde el territorio de Estados Unidos". Este intento de desviar la atención olvida convenientemente que el propio gobierno cubano, en complicidad con la dictadura de Nicaragua, ha convertido la migración en un negocio lucrativo. Desde que el régimen de Daniel Ortega eliminó el requisito de visa para los cubanos en 2021, cientos de miles han utilizado esta ruta, pagando sumas exorbitantes a empresas vinculadas al Estado cubano para obtener pasajes a Managua. Esta estrategia ha generado millones de dólares en ganancias para la dictadura, que se beneficia directamente de la desesperación de su propio pueblo.
El cinismo del discurso oficial cubano se hace aún más evidente cuando Cossío insinúa que Cuba está dispuesta a aceptar la devolución de migrantes "dentro de los términos acordados". La historia demuestra que el régimen solo está interesado en la migración cuando puede sacarle provecho político o económico. En los últimos años, la dictadura ha presionado para que se suavicen las sanciones de Estados Unidos a cambio de aceptar deportaciones. Este chantaje migratorio no es nuevo: se ha usado en crisis anteriores, como el Mariel en 1980 y la Crisis de los Balseros en 1994.
Si el gobierno cubano estuviera realmente preocupado por la seguridad y el bienestar de sus ciudadanos, permitiría la libertad económica y política que evitaría estos éxodos masivos. En lugar de eso, sigue culpando a un embargo cuya mayor consecuencia es limitar el acceso a créditos internacionales, mientras ignora el desastre interno que ha creado con su modelo económico fallido y su represión brutal.
La crisis migratoria cubana no es culpa de Estados Unidos, sino del sistema político y económico fallido impuesto por la dictadura. Cossío y el régimen saben que el negocio de la desesperación es rentable y seguirán explotándolo mientras puedan.
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