Las redes sociales están explotando por un tema que no deja indiferente a nadie: Sandro Castro, nieto de un símbolo histórico y su comportamiento público que parece desafiar a toda Cuba.
Ulises Toirac, reconocido por su franqueza, decidió entrar al debate sin rodeos y con una claridad brutal: “¿Su comportamiento? Es el resultado de su formación en el seno de su ilustre familia. ¿Su dinero? Producto seguro de una herencia directa o indirecta, ´follow the money´, como dice.” Su postura despierta opiniones encontradas, pero también una verdad incómoda que muchos prefieren no mencionar.
Muchos seguidores coinciden en que Sandro no es más que la cara visible de una casta privilegiada que vive al margen de las reglas que rigen al resto del país. “Es el reflejo de la educación que le dieron en su casa y hace lo que le da la gana porque se lo permiten”, comenta Noel Álvarez Martin, poniendo el dedo en la llaga de la impunidad.
En contraste, otros recuerdan que con Fidel en vida, nada de esto se veía ni se permitía, resaltando la diferencia entre aquella discreción y los excesos actuales.
El fenómeno Sandro se convierte en una especie de espejo del país. “El niño hace lo que ve hacer, no lo que le dicen que haga”, resume Noel, aludiendo a cómo el entorno familiar y social moldea a este joven.
Los comentarios abundan en señalar que el problema no es solo Sandro, sino toda una élite que disfruta de privilegios “desde la sombra”, con viajes, cuentas en el extranjero y fortunas desconocidas para el cubano común.
Alberto Hernandez lo dice claro: “La quema en efigie de Sandro solo busca tapar las pústulas pestilentes de una revolución podrida.”
Más allá del personaje público, muchos están cansados de las justificaciones y de la doble moral. “Su impunidad molesta” dice Ernesto López, resaltando que muchos ciudadanos comunes enfrentarían consecuencias legales por mucho menos. Otros, como Ana Ivis Galán, llaman a honrar al hombre que hizo grande ese apellido, mientras critican a quienes ahora se desbocan sin límites ni respeto.
Los mensajes también reflejan la frustración popular. “Nos enseña lo que siempre hubo detrás de esas fachadas en los barrios pudientes”, dice Tania Glez. “Es un circo autorizado”, señala Yeny Valdes. Sin embargo, hay quienes reconocen la tragedia humana detrás del escándalo: “El muchacho está enajenado de la realidad del cubano”, apunta Enrique Colina.
Lo cierto es que Sandro se ha convertido en un fenómeno viral que desata polémica y también reflexión sobre las desigualdades, la impunidad y la hipocresía en Cuba. Ulises Toirac, al hablar sin tapujos, conecta con el sentir de muchos que ya no aguantan más silencios ni medias verdades. “Ese es el príncipe real y punto”, sentenció Felix Lázaro García, resumiento la idea de que Sandro es la viva expresión de una casta que vive fuera de la realidad del pueblo.
La pregunta sigue abierta: ¿hasta cuándo se permitirá esta impunidad?
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