En medio de la agonía que viven los cubanos de la región oriental tras el paso de la devastadora tormenta Melissa, crece la indignación contra Lis Cuesta, esposa del gobernante Miguel Díaz-Canel. Su silencio y falta de empatía ante la tragedia han provocado una ola de críticas en redes sociales, donde miles de usuarios la acusan de vivir desconectada del sufrimiento del pueblo.
Los comentarios señalan que Lis Cuesta solo se ocupa de cuidar su físico, sus viajes, sus ropas, zapatos, relojes y maquillaje, mostrando su imagen en eventos en el extranjero, pero sin presentarse en ninguna de las zonas afectadas por el desastre.
Para muchos, su comportamiento la convierte en el rostro visible de una autocracia insensible, más interesada en las apariencias que en el bienestar de los cubanos.
En Holguín, una de las provincias más golpeadas por el ciclón, los ciudadanos la desafían públicamente a que los visite, a que vea de cerca las casas destruidas, las calles anegadas y las familias que lo han perdido todo. Pero, hasta ahora, Lis Cuesta no ha tenido un solo gesto de solidaridad con ellos.
En redes, se muestra como esposa solícita, madre amorosa, abuela tierna y dirigente comprensiva, pero la realidad —dicen muchos— es otra: una mujer alejada del dolor nacional, que vive entre privilegios y que evita cualquier contacto con la miseria que su gobierno ha generado.
Y mientras el pueblo enfrenta el hambre y el desamparo, sus hijos, al igual que los de Díaz-Canel, residen y estudian en el extranjero, beneficiándose de los recursos que escasean en la Isla. Una contradicción que irrita aún más a quienes hoy no tienen techo ni comida.
Precisamente, en el sitio Armando Caos, una holguinera reflexionó sobre quién es realmente la “No primera dama” de Cuba, describiéndola como “una mujer de apariencias, símbolo de una clase dirigente que perdió hace tiempo el sentido de humanidad y el contacto con su pueblo”.
Una conclusión que, tristemente, parece resumir el sentir de millones de cubanos: una figura más preocupada por su imagen que por el dolor de la nación que dice representar.
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