Estados Unidos enfrenta una crisis aérea sin precedentes. Más de 13.000 controladores aéreos trabajan sin recibir salario desde hace semanas debido al prolongado cierre gubernamental, una situación que podría obligar al país a cerrar su espacio aéreo por razones de seguridad.
El secretario de Transporte Sean Duffy advirtió que si las autoridades determinan que los vuelos ya no son seguros, “cerraríamos todo el espacio aéreo”.
El cierre gubernamental, que comenzó el 1 de octubre, ha dejado a numerosas agencias federales sin fondos, incluyendo a la Administración Federal de Aviación (FAA). Como resultado, la FAA ha tenido que reducir operaciones en varios aeropuertos clave y ralentizar el tráfico aéreo, generando demoras y cancelaciones en todo el país.
La crisis se agudiza en instalaciones críticas del área de Nueva York, donde casi el 80% de los controladores están ausentes. La situación obligó el pasado fin de semana al Aeropuerto Internacional Newark Liberty a suspender temporalmente sus vuelos, una medida que dejó a miles de pasajeros varados. La agencia reconoce que la mitad de sus 30 principales centros de control sufre escasez de personal, algo que compromete directamente la seguridad de los vuelos.
La FAA ha denunciado en redes sociales que los controladores enfrentan estrés extremo, fatiga y largas jornadas laborales sin compensación. Aunque el personal sigue cumpliendo con su labor por compromiso profesional, expertos advierten que las condiciones actuales aumentan el riesgo de errores humanos y ponen en peligro tanto a los pasajeros como a las tripulaciones.
El problema tiene raíces políticas: el Congreso no ha aprobado los fondos necesarios para mantener el funcionamiento del gobierno federal, lo que provoca que miles de empleados públicos estén trabajando sin cobrar o hayan sido enviados a casa. Estos cierres, comunes en Estados Unidos durante disputas presupuestarias, suelen generar impactos severos en la economía y la seguridad nacional.
Si la situación no se resuelve en los próximos días, el transporte aéreo estadounidense podría entrar en su peor crisis en décadas, con consecuencias incalculables para la economía, el turismo y la confianza del público en el sistema. Duffy concluyó su advertencia con un mensaje contundente: “La seguridad siempre será lo primero. Si no es seguro volar, simplemente no volaremos”.
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