En su más reciente texto titulado “Las cortinas del poder… y las nuestras”, la profesora y ensayista cubana Alina Bárbara López Hernández analiza con lucidez el complejo momento político que atraviesa el régimen de La Habana.
Según su interpretación, el anunciado juicio contra el exministro de Economía Alejandro Gil no solo es un caso judicial, sino una “cortina de humo” destinada a distraer la atención de la catástrofe nacional, sobre todo en las provincias orientales devastadas por el huracán Melissa.
López sostiene que el verdadero grupo de poder en Cuba —una élite militar-tecnocrática con fuertes lazos de parentesco y clientelismo— podría estar preparando una “escapatoria” para perpetuarse en el mando, incluso si ello implica sacrificar a figuras visibles como Gil o, eventualmente, al propio presidente Miguel Díaz-Canel.
A su juicio, el actual mandatario ya cumplió su “cometido histórico”: acumular el desprecio popular necesario para que su salida sea presentada como renovación política.
La autora apunta que, ante el 9º Congreso del Partido Comunista en abril de 2026, Díaz-Canel podría ser forzado a renunciar antes de concluir su mandato. Incluso considera que la reciente reforma constitucional que eliminó el límite de edad para ser presidente en un primer período fue una jugada pensada para permitir el ascenso de un nuevo rostro de la vieja élite, posiblemente de mayor edad y lealtad comprobada.
Sin embargo, Alina Bárbara advierte que el relevo de figuras no significará un cambio real. El problema —subraya— es estructural, pues el sistema se sostiene sobre instituciones corruptas y leyes diseñadas para preservar el control.
En la segunda parte de su ensayo, la profesora invita a la ciudadanía a no caer en sus propias “cortinas”: la venganza o la indiferencia. Pide exigir un juicio transparente para Gil, no por simpatía hacia él, sino por principios democráticos. “El Estado de derecho debe protegernos a todos”, afirma, recordando que aplicar la justicia de manera selectiva es repetir el mismo patrón del régimen.
Finalmente, exhorta a no perder de vista el sufrimiento del oriente cubano ni permitir que el poder utilice un nuevo “chivo expiatorio” para perpetuarse. La verdadera tarea —dice— es construir justicia, civismo y vigilancia ciudadana ante un sistema que se disfraza para sobrevivir.
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