El nieto del exdictador cubano Fidel Castro, Sandro Castro, vuelve a ser centro de polémica tras la publicación del segundo capítulo de su proyecto audiovisual “Debajo de la superficie”, una especie de representación teatral que mezcla sátira, absurdos y símbolos de la escasez cotidiana en Cuba.
El video, compartido en redes sociales, muestra a Sandro en una suerte de hueco o cueva que él llama “su casa”. Allí despierta rodeado de objetos comunes —una lámpara recargable, una pala, un coco, una vela, agua, aceite, leche en polvo y limones— que, según dice él y cita al mandatario Miguel Díaz-Canel, “son la base de todo”.
Desde la superficie, un grupo de personas de diferentes estratos sociales lo llama, exigiendo desde dinero hasta el pan de la bodega, mientras Sandro intenta justificarse, alegando haber pagado “en el banco, en Cuba o fuera de Cuba”.
La artista plástica Blanca Sánchez, desde su perfil de Facebook, reaccionó duramente al video, señalando que Sandro Castro “sigue derrochando tiempo y presupuesto con un grupo de jóvenes que le hacen coro”, calificando la obra de “pueril” y carente de sentido artístico.
Sánchez se pregunta, como muchos internautas, ¿Qué pretende realmente Sandro con esta pieza?: “¿Se burla del pueblo o de su abuelo? ¿A qué juega Sandro Castro?”.
Para la artista, el nieto del dictador actúa desde una posición elitista y desconectada de la realidad cubana: “Sandro vive en una luna de mermelada. No tiene escasez de nada material; sigue siendo el niño mantenido que solo se divierte”, escribió.
El video ha generado cientos de comentarios en redes, donde algunos usuarios ven una burla al pueblo y otros un intento fallido de crítica social.
Lo cierto es que, lejos de inspirar reflexión, Sandro Castro ha vuelto a levantar olas de rechazo, reafirmando la distancia entre la opulencia de la élite castrista y la precariedad del cubano de a pie.
El apellido Castro, una vez más, aparece en medio del ruido mediático, no por legado histórico o político, sino por la banalidad de un heredero que parece jugar con el dolor y la escasez de un país entero.