El dólar estadounidense continúa en picada en el mercado informal cubano, pues este martes amaneció a 430 pesos, diez menos que el día anterior, según el seguimiento diario de El Toque. La tendencia bajista ya se extiende por más de una semana y, aunque sorprende a revendedores y compradores, no existe hasta el momento una explicación coherente que la justifique en términos económicos.
Mientras tanto, el euro se mantiene estable en 500 CUP y la MLC descendió a 200 CUP, su nivel más bajo en semanas. Sin embargo, la caída de las divisas no se traduce en alivio para la población. Los precios de los alimentos y los servicios continúan su ascenso imparable: el arroz, el aceite y la carne de cerdo siguen encareciéndose, desafiando cualquier lógica económica que relacione la estabilidad del peso con el costo de la vida.
Economistas como Pedro Monreal insisten en que no hay ningún cambio estructural que explique este fenómeno. La inflación sigue desbordada, la producción nacional continúa en retroceso y el Estado no ha implementado medidas efectivas para estabilizar la moneda. Algunas teorías apuntan a una posible expectativa de incremento en las remesas o a un comportamiento psicológico del mercado, donde el miedo, los rumores y las percepciones sustituyen la racionalidad.
Otros observadores sugieren que la baja podría estar relacionada con la manipulación de datos o una intervención indirecta del régimen, que en las últimas semanas ha intensificado su campaña contra El Toque, acusándolo de “influir artificialmente” en el valor de las divisas.
En la calle, la población reacciona con escepticismo. Muchos recuerdan una vieja frase del Período Especial: “El dólar no baja, se agacha pa’ coger impulso”. El comentario resume el sentir general: nadie cree en una recuperación del peso cubano cuando la escasez y el costo de la vida se agravan día tras día.
El mercado informal en Cuba, opaco y dominado por la incertidumbre, refleja más el pulso emocional de una sociedad exhausta que la lógica de una economía real. Por ahora, el dólar sigue bajando, pero en los bolsillos de los cubanos, el dinero —sin importar la moneda— sigue sin alcanzar.
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