Las intensas lluvias recientes han dejado a la comunidad de El Mango, en la provincia de Granma, completamente sumergida. Lo que alguna vez fue un tranquilo poblado rural hoy yace bajo el agua, mientras sus habitantes sobreviven en condiciones extremas y sin la respuesta esperada del Estado.
Decenas de familias fueron evacuadas de emergencia hacia una escuela en el poblado de Río Cauto, que ahora funciona como refugio improvisado. Pero más que un centro de ayuda, el lugar se ha convertido en un símbolo del abandono oficial. Según los testimonios, no hay agua potable, la electricidad es intermitente o inexistente, y la alimentación es escasa. Los niños enferman sin recibir atención médica y los ancianos con padecimientos crónicos viven entre la incertidumbre y el desamparo.
“Lo perdimos todo y nadie viene a vernos”, relata una madre de tres hijos que apenas logra conseguir comida gracias a la solidaridad de vecinos. Entre los refugiados hay campesinos que dependían de sus cultivos y animales, hoy destruidos por las inundaciones. Las imágenes muestran casas sumergidas, techos flotando y caminos intransitables.
El silencio gubernamental duele más que el agua que cubre sus hogares. Ninguna autoridad provincial ha ofrecido una respuesta concreta, ni se han desplegado brigadas de salud o asistencia social suficientes. La tragedia de El Mango no es solo el resultado de la naturaleza, sino del deterioro estructural de un sistema incapaz de proteger a su gente en tiempos de crisis.
Mientras los días pasan y las aguas no retroceden, las familias de El Mango siguen esperando una solución, un techo seguro o, al menos, un gesto de empatía. La historia de esta comunidad perdida en medio del agua refleja la realidad de muchos pueblos cubanos que enfrentan el abandono institucional tras cada desastre.
En medio del silencio oficial, la voz de los damnificados resuena más fuerte: “No pedimos lujo, solo ayuda para sobrevivir.”
Fuente: La Tijera