La comunidad de Cienfuegos se vio conmocionada por la muerte del doctor Roberto Edelso Ramírez, quien falleció debido a la falta de insumos médicos básicos en el Hospital Gustavo Aldereguía Lima. Su hijo, Edgar Ramírez Turiño, denunció públicamente la serie de negligencias y carencias que culminaron en la trágica muerte de su padre.
Ramírez padre, un médico con una destacada trayectoria, incluyendo ocho años de colaboración en misiones en Venezuela, había sufrido un infarto cinco años atrás. Dos semanas antes de su fallecimiento, volvió a padecer un infarto, lo que motivó su hospitalización. A pesar de recibir el alta el 29 de julio, su condición se deterioró rápidamente y fue reingresado el 31 de julio en la unidad de terapia intensiva de cardiología.
La situación se agravó cuando los médicos recomendaron una coronografía en el cardiocentro de Santa Clara, pero no se disponía de una ambulancia de cuidados intensivos. Según relata su hijo, los profesionales aseguraron que el medicamento que se le administraba era suficiente para estabilizar su estado. Sin embargo, durante la madrugada del 2 de agosto, al encender la luz de la sala, la familia descubrió que el doctor tenía un edema en la mano, señal de que el trócar se había salido, lo que impedía la correcta administración del medicamento.
Edgar Ramírez narró cómo, al intentar solucionar el problema, se encontraron con la desesperante realidad de la falta de insumos en el hospital. La enfermera, al percatarse del trócar salido, admitió: "aquí no hay nada", mientras su padre, como médico experimentado, comprendió que su situación empeoraba al no recibir el medicamento necesario.
La familia intentó desesperadamente conseguir un nuevo trócar, pero el que lograron encontrar se rompió durante su manipulación. A medida que la frecuencia cardíaca del doctor disminuía, él mismo pidió que se llamara a la cardióloga, reconociendo el peligro inminente. En su desespero, solicitó furosemida, pero la enfermera respondió: "tú sabes perfectamente que aquí no hay nada". Ante la falta de oxígeno, el doctor improvisó una solución con una manguera de suero vacío, mientras su hijo intentaba mantenerlo con vida.
Finalmente, la cardióloga apareció con un desfibrilador y una furosemida que había guardado en su cartera personal, pero ya era demasiado tarde. Dos horas después de haberse detectado la falta del medicamento, el doctor fue trasladado a una sala de cuidados intensivos polivalente, donde falleció media hora más tarde.
En su dolor, Edgar Ramírez exige respuestas y justicia, cuestionando si el hospital estaba realmente desabastecido de insumos básicos en una sala de cuidados intensivos coronarios. La muerte de su padre, dice, no debe quedar impune.
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