En un nuevo giro diplomático en la guerra entre Rusia y Ucrania, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski ha optado por no reunirse cara a cara con su homólogo ruso, Vladímir Putin, y ha decidido enviar una delegación oficial a Estambul.
Esta misión, encabezada por el ministro de Defensa Rustem Umérov, incluye también representantes del Ejército y los servicios de inteligencia ucranianos. La decisión se produce luego de que Putin eludiera participar personalmente en las negociaciones, algo que desde Kiev se interpreta como un gesto de desprecio y una muestra del escaso interés ruso en un proceso serio de paz.
La reunión en Estambul se desarrolla en un contexto internacional extremadamente tenso, con declaraciones cruzadas, ofensivas en el campo de batalla y una lluvia constante de ataques con drones. En las últimas horas, Rusia intensificó sus operaciones militares en el este de Ucrania, tomando el control de nuevas localidades y lanzando más de un centenar de drones sobre distintas regiones. Mientras tanto, Ucrania, junto a sus socios europeos y Estados Unidos, insiste en la necesidad de un alto el fuego previo a cualquier acuerdo, algo que Moscú rechaza tajantemente.
Putin no solo ha evitado asistir personalmente a Estambul, sino que ha incrementado los bombardeos sobre ciudades ucranianas mientras supuestamente propone una tregua, denuncian desde el gobierno de Zelenski, evidenciando la desconfianza generalizada sobre la voluntad real del Kremlin para negociar. A este escepticismo se suman líderes como Macron, Starmer y Von der Leyen, quienes han exigido pasos concretos de Moscú si realmente pretende buscar la paz.
Por otro lado, Donald Trump ha intensificado su protagonismo en la escena internacional. El presidente de EE. UU., que ha declarado estar trabajando “sin descanso” por la paz en Ucrania, condiciona su asistencia a Estambul a la participación de Putin.
Su retórica, a menudo contradictoria, genera incertidumbre entre aliados occidentales, aunque algunos creen que su presencia podría desbloquear el estancamiento actual.
"El simbolismo de la cumbre de Estambul choca con la realidad de los combates, la desconfianza mutua y las agendas políticas cruzadas que impiden un verdadero avance", señalan analistas europeos. Mientras tanto, las ofensivas no cesan y la población civil continúa pagando el precio más alto de una guerra que, pese a los esfuerzos diplomáticos, no muestra señales claras de terminar.
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