El presidente Donald Trump visitó este lunes una nueva y controvertida instalación de detención de inmigrantes, ubicada en lo profundo de los Everglades de Florida. Rodeado de pantanos, mosquitos y caimanes, el centro ha sido apodado ya por algunos como el “Alcatraz de los caimanes”, una metáfora perfecta para el mensaje de mano dura que busca transmitir su administración en su política migratoria.
Acompañado por el gobernador Ron DeSantis, Trump recorrió el lugar, compuesto por tiendas de campaña y estructuras móviles montadas sobre una vieja pista de aterrizaje. Se espera que el sitio acoja hasta 3,000 detenidos en su etapa inicial, aunque en un inicio se hablaba de capacidad para 5,000.
La instalación ha generado una fuerte ola de críticas no solo por su ubicación remota y su impacto ambiental en una zona frágil, sino también por lo que simboliza: una forma brutal y deliberada de disuadir a quienes intenten ingresar a Estados Unidos sin autorización. “Solo hay un camino de entrada y la única salida es un vuelo de ida”, afirmó la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt.
Los opositores a esta medida han calificado el proyecto como una muestra más del enfoque inhumano del presidente hacia los migrantes. Organizaciones de derechos humanos, líderes indígenas —quienes han denunciado que la zona es tierra sagrada— y ciudadanos comunes se han manifestado contra lo que consideran una “prisión política” más que una solución a los desafíos migratorios.
Phyllis Andrews, una maestra retirada que viajó desde Naples para protestar, fue contundente: “He trabajado con muchos inmigrantes. Son buenas personas. No merecen ser encarcelados aquí. Es terrible que haya una recompensa por sus cabezas”.
Pero no todos los presentes compartían esa visión. Algunos simpatizantes de Trump asistieron al evento con camisetas y gorras alusivas al nuevo centro. Para ellos, el aislamiento del lugar, la presencia de fauna peligrosa y la logística del sitio son virtudes que refuerzan la idea de que violar las leyes migratorias tendrá consecuencias reales.
El gobernador DeSantis, pieza clave en la ejecución del proyecto, afirmó que “es muy difícil llegar a la civilización desde allí” y que “una vez que estén dentro, no van a ir a ningún lado”.
Las comparaciones no tardaron en surgir. Algunos recordaron cuando, en su primer mandato, Trump negó haber propuesto construir un foso con caimanes en la frontera sur. Ahora, bajo su segundo mandato, la idea parece haber cobrado vida, no en forma de foso, sino de cárcel en el pantano.
Trump, que incluso ha sugerido reabrir Alcatraz o utilizar la prisión de Guantánamo para detener inmigrantes, continúa apostando por la espectacularidad y el temor como herramientas de gobierno. Y este nuevo “Alcatraz de los caimanes” parece ser su carta más extrema hasta el momento.
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