El pasado 27 de septiembre quedó marcado como una fecha oscura para el béisbol cubano. Durante la subserie entre Sancti Spíritus e Isla de la Juventud, un incidente sin precedentes sacudió los terrenos de juego: Eriel Sánchez, director de los Gallos y exintegrante de la selección nacional, agredió físicamente al comisario técnico Miguel Rojas, una figura emblemática del deporte en la Isla.
Lo que comenzó como un enfrentamiento verbal derivó en un acto de violencia que nadie esperaba, especialmente por la trayectoria y la reputación de ambos protagonistas.
Según testigos y reportes en redes sociales, Sánchez recurrió a un objeto contundente para atacar a Rojas, lo que elevó el altercado a un nivel de gravedad extrema. La acción no solo transgredió las reglas del béisbol, sino que rompió los principios de respeto, disciplina y ejemplaridad que se esperan de un director de equipo.
Los comentarios de aficionados, periodistas y exjugadores han sido unánimes: este hecho es inaceptable, inadmisible y representa un peligro real para el deporte y la sociedad en general.
La reacción en redes sociales fue inmediata. Usuarios como Manolo Cortina y Rafael Reytor denunciaron la impunidad que persiste en la Serie Nacional y advirtieron que este tipo de conductas erosiona los valores fundamentales del béisbol cubano.
Muchos coincidieron en que permitir que un director recurra a la violencia envía un mensaje devastador a las nuevas generaciones y normaliza la agresión como forma de resolver conflictos. La indignación también se reflejó en llamados a medidas ejemplares: desde la separación definitiva de Sánchez del sistema deportivo hasta su procesamiento judicial por atentado e intento de homicidio.
No es la primera vez que Eriel Sánchez se ve envuelto en situaciones violentas. Algunos aficionados recordaron incidentes previos en los que el director mostró comportamientos agresivos en los estadios, lo que evidencia un patrón de conducta preocupante. La historia reciente del béisbol cubano está llena de momentos gloriosos, pero episodios como este manchan el prestigio de un deporte que durante décadas ha sido motivo de orgullo nacional.
La Federación Cubana de Béisbol y las autoridades competentes enfrentan ahora un reto importante: demostrar que la disciplina y el respeto son innegociables. No basta una sanción simbólica ni un simple amonestación; la gravedad de los hechos exige medidas contundentes que restauren la confianza de jugadores, aficionados y la sociedad en general.
Cada día que pasa sin respuesta efectiva debilita la credibilidad de la Comisión Nacional y pone en riesgo la integridad del torneo y la educación de las futuras generaciones.
El incidente del 27 de septiembre no es solo un choque entre dos individuos, sino un reflejo de la necesidad urgente de reforzar valores dentro del béisbol cubano. La agresión de Eriel Sánchez contra Miguel Rojas ha generado un clamor nacional: se exige justicia, sanciones ejemplares y un recordatorio firme de que el béisbol, más que un juego, es un símbolo de disciplina, respeto y orgullo para toda Cuba.
Tomado del perfil de Boris Luis Cabrera
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