La caída de los viejos aliados del castrismo se hizo evidente esta semana en España, cuando la Justicia de Canarias asestó un golpe demoledor al grupo hotelero Grumasa Martinón, históricamente vinculado a Fidel Castro y su régimen.
La sentencia del Juzgado de lo Mercantil número 1 de Las Palmas desestimó los recursos presentados por la compañía y su comité sindical, confirmando la adjudicación de los hoteles de Mar Abierto S.L. en Taurito al poderoso Grupo Lopesan.
La operación, valorada en más de 99 millones de euros, supone no solo una derrota financiera para la familia Martinón, sino también un símbolo del ocaso de quienes durante décadas prosperaron gracias a su cercanía al castrismo.
El fallo, firmado por el juez Alberto López Villarrubia, blindó la subasta en favor de Lopesan, consolidando su dominio en el sector turístico de Gran Canaria.
El trasfondo de este pleito revela la transformación de las dinámicas de poder en el turismo internacional. Enrique Martinón Armas, fundador de Grumasa, fue considerado durante años el “empresario fetiche” del régimen cubano.
A finales de los 80, estableció la sociedad mixta Cubacán junto a Fidel Castro, gestionando hoteles en La Habana y Varadero. Su boda en 1999 con la doctora cubana Janet Martínez Morán fue incluso bendecida con la presencia del propio líder comunista, un gesto que reflejó la profunda alianza entre ambos.
Pero tras la enfermedad y muerte de Fidel, esa influencia se desplomó. Martinón cayó en desgracia en la Isla y su nombre quedó vetado. Aunque falleció en 2022 en Madrid, su familia intentó mantener a flote el negocio. La derrota en Canarias demuestra que ya no cuentan con la fuerza ni las conexiones que alguna vez los blindaron.
Por el contrario, Lopesan emerge fortalecido. La compañía ha prometido mantener empleos, realizar inversiones y apostar por un “renacer turístico” en Taurito, donde su apuesta supera con creces las cifras presentadas por Grumasa. La justicia española ha dejado claro que las maniobras legales no frenarán el nuevo ciclo que se abre en el sector.
Resulta un hecho cierto que los viejos aliados del castrismo pierden influencia en Europa mientras Cuba atraviesa una de sus peores crisis turísticas. Con una caída del 29,3% en la llegada de visitantes y hoteles semivacíos, el contraste es brutal: mientras Lopesan celebra un futuro prometedor, la herencia de los negocios ligados a La Habana se desvanece en los tribunales.
El ocaso de Grumasa es también el reflejo de la fragilidad de los imperios construidos bajo favores políticos: sin Fidel, sin Cuba y ahora sin Canarias, la era Martinón se extingue.
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