Un niñito pinareño de solo cuatro años protagoniza un conmovedor caso al convertirse en otra víctima de un sistema de salud colapsado, según informa el medio digital La Tijera.
La mamá del pequeño, Beatriz Alayón Piloto, implora atención urgente para su hijo, quien vive con una colostomía desde los 52 días de nacido. A pesar de su empeoramiento —secreciones, fiebre constante y una condición crítica— las autoridades sanitarias insisten en que su estado es "normal". Su testimonio sacude: "¿Mi hijo tiene que estar al borde de la muerte para que lo operen? ¡Mi hijo se me va a morir!".
Lamentablemente no es solo este niñito la víctima de un precario sistema de salud en la otrora "potencia médica" : aún se habla del caso de Thiago, el niño camagüeyano de cinco años, diagnosticado con leucemia linfoblástica aguda y a pesar de la urgencia de su tratamiento, sus padres enfrentaron un sistema desprovisto de medicamentos clave, como la vincristina y el metotrexato. Tras meses de lucha infructuosa, sus familiares iniciaron una campaña desesperada en redes sociales para conseguir el tratamiento en el extranjero. La presión pública y la ayuda de la diáspora permitieron su salida a México, donde finalmente recibió atención.
Otro de los casos más estremecedores fue el de Paloma, una niña habanera de un año y once meses, quien falleció tras recibir una vacuna en un policlínico de Alamar. La causa oficial fue una reacción adversa, pero investigaciones posteriores revelaron que las condiciones de almacenamiento de las vacunas eran deplorables.
El niño Damir ocupó cintillos noticiosos por la peremne lucha de su madre por su vida. Al final, trasladado tardíamente a Estados Unidos, falleció semanas después de recibir ayuda médica en ese país.
El caso de Dairon, un adolescente holguinero con tumor óseo. Su madre denunció durante meses la ausencia de morfina para calmar el dolor, así como la imposibilidad de realizarle una cirugía por falta de material quirúrgico. Solo logró atención mínima gracias a donaciones enviadas desde el extranjero. Cuando finalmente se autorizó su salida del país por motivos médicos, su estado era tan avanzado que ya no era operable. Murió en Ecuador, donde había sido trasladado de urgencia. “Lo dejaron morir lentamente, a gritos, sin sedantes, sin esperanza. Como a tantos otros”.
A estos se unen numerosos bebés cubanos con malformaciones cardíacas congénitas que han tenido que abandonar la Isla porque los hospitales carecen de tecnología adecuada o especialistas capacitados. Familias enteras han emigrado, o han lanzado campañas internacionales para conseguir operaciones en centros médicos de Nicaragua, México o España. Estos viajes, lejos de ser una elección, son una huida desesperada. Como declaró una madre en redes sociales: “No estoy emigrando, estoy tratando de salvar a mi hija de una muerte segura en un hospital cubano”.
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