En los últimos años la labor de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) en Cuba ha estado marcada por una creciente polémica. Mientras los índices de robos, asaltos y otros delitos comunes han aumentado en barrios y zonas rurales, la respuesta institucional no parece estar enfocada en frenar esos hechos. Vecinos de diferentes provincias denuncian que, pese a que disponen hoy de más recursos materiales —como patrulleros nuevos, teléfonos móviles y mejores medios de transporte—, los resultados en la persecución y captura de delincuentes son escasos.
La percepción popular es que la PNR concentra buena parte de sus esfuerzos en operativos visibles, pero poco efectivos para la seguridad ciudadana. Es frecuente detenciones en avenidas a mujeres que viajan en motocicleta, patrlleros que violan las señales de tránsito o imponen multas a capricho. Policias que buscan decomiso o multa de ancianos que venden productos por cuenta propia o controles para requisar mercancías en mercados informales. En contraste, los hurtos en viviendas, los asaltos a transeúntes y el robo de piezas de vehículos, motos y bicicletas suelen quedar sin esclarecer, lo que genera un clima de impunidad. Y Lo del tema de los carteristas ya es asignatura suspendida de por vida.
Otro punto señalado por activistas y periodistas independientes es que los despliegues policiales si son enérgicos frente a expresiones de malestar social. Las protestas pacíficas o simples quejas en colas y oficinas públicas suelen recibir respuestas rápidas y severas, incluidas detenciones arbitrarias y multas onerosas. Igualmente muchos apuntan al abuso de poder y la corrupción como parte del operativo diario.
La combinación de mayor dotación técnica y una estrategia que prioriza el control político por encima de la seguridad ciudadana ha debilitado la confianza de la población en la PNR. Para muchos cubanos, recuperar esa confianza exige un cambio de enfoque: combatir la delincuencia real, proteger a las comunidades y garantizar que la autoridad actúe en función del bienestar colectivo, no solo de la disciplina social.
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