Mientras la atención se centra en Alejandro Gil, otro del que nada se sabe es el ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila.
Su ausencia repentina contrasta con la imagen del funcionario visible, activo y presente que el pueblo estaba acostumbrado a ver casi a diario. Hasta hace apenas unas semanas, Rodríguez Dávila aparecía en recorridos provinciales, reuniones oficiales, transmisiones televisivas y en su propia cuenta de Facebook, donde publicaba con frecuencia y mantenía una relación directa con la población.
Hoy, no hay fotos, no hay videos, no hay publicaciones, no hay señales claras de su paradero o de su situación. Ese silencio absoluto, tan poco común en un funcionario tan mediático, ha despertado sospechas sobre lo que realmente pueda estar sucediendo.
A la ausencia pública se le suma otro detalle que la ciudadanía no ha pasado por alto: ahora es el Viceministro Primero quien está ocupando actividades que siempre le correspondían al ministro titular.
Para muchos, este movimiento no es casualidad, sino una señal de que algo se está reacomodando dentro de las estructuras del poder. La población ha comenzado a llenar las redes sociales con comentarios que van desde la preocupación genuina hasta el humor negro, típico de la idiosincrasia cubana. Algunos lo describen como el mejor dirigente que tenía el país, un hombre sencillo, trabajador, que escuchaba y respondía.
Otros aseguran haberlo visto recientemente en funciones, pero sin pruebas claras. Y no faltan los comentarios que sugieren que podría haber sido apartado, silenciado o incluso castigado.
Lo que más alimenta las especulaciones es un dato reciente: una encuesta de CubaHerald mostró que el 74 % de los participantes prefería a Rodríguez Dávila frente a figuras de mayor rango político.
En un sistema donde la popularidad independiente suele interpretarse como una amenaza, este número ha levantado hipótesis sobre un posible desplazamiento preventivo, una sombra que la cúpula del poder no está dispuesta a tolerar.
Mientras tanto, el pueblo sigue preguntándose qué pasó, por qué desapareció de golpe y por qué nadie ofrece una explicación oficial. En un país donde la opacidad es parte del día a día, la ausencia del ministro más activo del gobierno solo aumenta la sensación de que hay más preguntas que respuestas. Hasta que el silencio se rompa, el misterio sobre Eduardo Rodríguez Dávila seguirá creciendo.
Fuente: La Tijera