La madrugada de este domingo volvió a recordarnos, de la manera más dolorosa, que La Habana ya no es la ciudad segura, firme y orgullosa que un día conocimos. Mientras algunos celebraban el aniversario de la Villa de San Cristóbal, otros despertaban entre gritos, polvo y escombros.
Un derrumbe parcial en un edificio ubicado en la calle Compostela, entre Sol y Muralla, en pleno corazón de La Habana Vieja, se cobró dos vidas humanas: Carlos Fidel Sánchez Díaz de 38 años y la Sara Paula Díaz de 64 años de edad, hijo y madre. Una tragedia más en una ciudad que lleva años avisando que está al borde del colapso.
El edificio, que había sido señalado en innumerables ocasiones por los vecinos debido a su estado crítico, presentaba paredes fracturadas, techos vencidos y una estructura débil que apenas se sostenía. Aun así, nadie escuchó. Ni las autoridades, ni las instituciones, ni quienes desde sus oficinas aseguran trabajar por “el bienestar del pueblo”.
Las familias que vivían allí habían pedido ayuda, habían advertido sobre lo inevitable. Pero en Cuba, lo inevitable siempre termina llegando antes que la respuesta del gobie
El derrumbe ocurrió en la madrugada de este 16 de noviembre en la calle Compostela # 568 / Muralla y Sol en el consejo popular Belén en el municipio Habana Vieja, como un aviso de que San Cristóbal de La Habana ya no es, ni remotamente, lo que era.
Más allá del accidente. hablemos de abandono. Hablamos de un crimen silencioso que nunca se detiene. Este derrumbe es parte de una cadena interminable de tragedias que cada año se lleva vidas entre edificios podridos por la desidia y la falta de mantenimiento.
En La Habana se derrumban alrededor de 1.000 viviendas al año, según datos del propio gobierno. Mil hogares perdidos. Mil familias que lo pierden todo de un momento a otro. Y, demasiadas veces, vidas que no vuelven.
Mientras tanto, se levantan hoteles de lujo, inversiones millonarias aparecen mágicamente para proyectos turísticos y edificios nuevos destinados a extranjeros crecen como hongos. Pero las casas de los cubanos siguen cayéndose. Las prioridades del régimen están claras: el pueblo, al final de la lista.
La ironía es brutal: en el aniversario de una ciudad que debería celebrarse con orgullo, estamos hablando de muerte, dolor y abandono. La Habana, la joya histórica del Caribe, se está desmoronando en cámara lenta, mientras el gobierno la deja morir sin ofrecer soluciones reales.
Las personas que murieron en Compostela no son números. Eran parte de esta ciudad, de sus calles, de su historia. Y hoy, como tantas veces, se suman a la lista de víctimas que nunca debieron existir; porque La Habana no merece ser recordada por sus muertos… sino por la dignidad de un pueblo que, a pesar de todo, sigue en pie.
Fuente: Edmunto Dantes
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