"Llega el Día de las Madres, esa fiesta tan cercana al alma de nuestro pueblo. Es el día en el que el cubano intenta ir al encuentro de su madre, si todavía vive o intenta ir al cementerio, si ella ha muerto. Y es también el día en el que nos damos cuenta de lo difícil que es vivir el don de la maternidad en nuestra tierra.
"Es difícil por la ausencia física de tantos hijos que emigraron buscando un horizonte que aquí, en su propia patria, no podían encontrar. Madres que sólo tendrán una llamada o, con suerte, si hay cobertura, una video llamada, un abrazo virtual, un beso a través de las redes, envuelto todo en la nostalgia de una separación forzada y, para muchas, eterna, porque sus hijos nunca van a volver, y ellas no lograrán jamás ir a vivir con ellos.
"Es difícil por los esfuerzos para intentar poner lo mejor en la mesa, y olvidar por un momento la lucha cotidiana por el pan nuestro de cada día, y por aquello que no es pan y que tampoco aparece, o aparece a sobreprecio.
"Es difícil porque los regalos que reciben de sus hijos no les impiden recordar que tienen mucho que buscar para ofrecerles: ropa, zapatos, uniformes, mochilas… y un largo etcétera de cosas que aquí han dejado de ser normales, para convertirse en pesadillas.
"Es difícil por lo duro de intentar educar a los hijos en los valores eternos, en medio de una sociedad que se cae a pedazos, y donde todo vale con tal de sobrevivir.
"Es difícil para aquellas cuyos hijos han ido a engrosar la larga lista de presos políticos, esos hijos añorados ante los cuales se intenta no llorar, no derrumbarse, porque son los hijos a los cuales ´la patria contempla orgullosa´, porque tuvieron el coraje de salir a las calles a reclamar los derechos de todos.
"Es difícil para las madres cuyos hijos no están presos pero han decidido no someterse a la tiranía de este sistema, y son capaces de alzar la voz y de expresar el sentir de todo un pueblo, mientras las madres se debaten entre el orgullo y el miedo, entre la tentación de pedirles silencio a cambio de sumergirlos en la esclavitud, y la osadía de apoyarlos, de animarlos a ser libres y a luchar por la libertad de esta tierra, mientras el miedo a verlos entre rejas las corroe por dentro y les quita el sueño.
"Es muy difícil, es muy duro para una madre decirle a su hijo: ´No tengo dinero, no puedo darte lo que necesitas, no puedo ni siquiera alimentarte, no puedo ni siquiera medicarte´. Es duro decirle a un hijo: ´Vete, sálvate, sal de aquí y busca otra vida, y no vuelvas´. Es duro decirle a un hijo preso: ´Estoy orgullosa de ti´ , con la mirada firme y un nudo en la garganta. Es duro decirle a Dios: ´Protege a mi hijo, porque a los que se está enfrentando pueden hacerle daño´.
"Y sin embargo, hay algo que no deja de ser hermoso, y es que, en medio de todo esto, hay un mensaje que se repite y que purifica una y otra vez la esencia de ser madre: ´Yo estoy. En medio del hambre, de la precariedad, del dolor, de la soledad, de la impotencia… yo estoy aquí, contigo, y estaré siempre, hasta el último de mis días´...”
Padre Alberto Reyes Pías