En uno de los juegos que será recordado por siempre en la historia de las Series Mundiales del mejor béisbol del mundo; con el escenario idóneo, el Dodger Stadium convertido en caldera de emociones y desvelos, los Ángeles Dodgers vencieron 6-5 a los Toronto Blue Jays en 18 entradas, gracias a un jonrón de oro de Freddie Freeman, que selló una noche y dio a su equipo ventaja de 2-1 en el play off final 2025.
El bambinazo decisivo llegó ante un zurdo, Brendon Little, cuando la madrugada ya devoraba el reloj y el marcador seguía empatado tras seis horas y treinta y nueve minutos de juego —el más largo en la historia del Clásico de Otoño junto al Juego 3 de 2018.
Freeman, quien ya había protagonizado otro batazo dorado el año pasado, se convirtió en el primer jugador con múltiples jonrones de oro en Serie Mundial, consolidando su estatus de leyenda viva.
“Dios mío… este tomó un poco más de tiempo”, exclamó un extenuado pero radiante Freeman. “Nuestro bullpen fue increíble. Ganamos un juego eterno, pero mágico”.
Y si la victoria fue heroica, la actuación de Shohei Ohtani rozó lo sobrenatural. El japonés firmó una noche estadísticamente imposible de creer: De cuatrto-cuatro con dos jonrones, dos dobles y cinco boletos, cuatro de ellos intencionales. En total, se embasó... ¡nueve veces!, algo jamás visto en la postemporada, y solo alcanzado por tres jugadores en la historia de MLB en cualquier tipo de partido.
Ohtani no solo destrozó marcas: se convirtió en el primer jugador en la historia de la Serie Mundial con cuatro extrabases en un juego, igualando un registro que llevaba 119 años intacto (Frank Isbell, 1906). Además, sumó siete extrabases en dos juegos consecutivos, incluyendo cinco jonrones en siete turnos, y prolongó a 12 su racha de apariciones consecutivas llegando a base en el Dodger Stadium... ¡Realmente al nipón le queda chica la MLB!
“Lo más importante es que ganamos”, declaró con humildad tras el partido. “Todo esto está dentro del contexto de ayudar al equipo. Ahora toca descansar… y prepararse para abrir mañana”.
Sí, mañana. Porque mientras la mayoría de los mortales apenas podrían mantenerse en pie después de semejante esfuerzo, Ohtani amaneció programado para lanzar el Juego 4. Dave Roberts, su manager, lo confirmó con una sonrisa incrédula: “Terminó el juego y ya estaba pidiendo la bola. No es humano”.
El público angelino lo sabe: lo que Ohtani está haciendo trasciende generaciones. Combina el poder de Babe Ruth con la constancia de Ichiro y la magia de un jugador que redefine las fronteras del béisbol moderno.
El Dodger Stadium fue testigo de una de esas noches que quedarán grabadas para siempre, de esas que se contarán una y otra vez: el jonrón de oro de Freeman, la actuación inhumana de Ohtani y el espíritu de un equipo que se niega a rendirse.
¿Qué nos deparará el Juego 4 con Ohtani en la lomita? Nadie lo sabe. Pero una cosa es segura: el fenómeno japonés no deja de sorprender, y su techo aún parece no existir.
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