El nieto más mediático de Fidel Castro vuelve a encender la polémica en redes sociales. Sandro Castro, conocido tanto por sus fiestas privadas como por sus comentarios en Instagram, fue cuestionado por un seguidor sobre su filiación política: “¿Eres comunista?”. La respuesta, breve pero contundente, no pasó inadvertida: “Revolucionario sí. Comunista no. Respeto a mi país y gobierno”.
El joven empresario, dueño del popular Bar EFE en La Habana, se mueve constantemente en una línea difusa entre la herencia familiar que lo vincula con el castrismo y un estilo de vida marcado por el lujo, en contraste con la dura realidad que enfrenta la mayoría de los cubanos. Su comentario vuelve a situarlo en el centro del debate público sobre qué representa realmente dentro del escenario político y social de la isla.
No es la primera vez que Sandro deja ver su distancia con la etiqueta de “comunista”. En diciembre de 2024, cuando fue duramente criticado por celebrar un cumpleaños extravagante, defendió su derecho a festejar y aseguró que actuaba dentro de la legalidad.
Desde entonces, ha hecho declaraciones en las que mezcla cierto orgullo revolucionario con críticas veladas al actual mandatario Miguel Díaz-Canel y a problemas cotidianos como los apagones.
Para muchos, Sandro Castro encarna la paradoja del castrismo en el siglo XXI: un apellido cargado de simbolismo revolucionario, pero acompañado de gestos y actitudes que lo muestran más cercano al influencer de lujo que al dirigente político. Su vida de ostentación, con autos de alta gama y fiestas exclusivas, genera rechazo entre los sectores más críticos del sistema, que lo señalan como ejemplo de la desigualdad que impera en Cuba.
Aun así, el nieto del dictador se presenta como un cubano común que “dice lo que piensa” y “respeta a su país”. La ambigüedad de sus posturas mantiene dividida a la opinión pública: algunos lo consideran un rebelde que se atreve a deslizar críticas en un entorno de censura, mientras que otros lo acusan de manipular su imagen para proteger sus privilegios sin enfrentar realmente al poder.
Lo cierto es que cada declaración suya en redes sociales genera titulares y reacciones encontradas. Consciente de su influencia digital, Sandro Castro sigue jugando con la dualidad entre ser “revolucionario” y rechazar el comunismo, un juego que le garantiza protagonismo y lo mantiene en la conversación nacional.
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