La modelo e influencer cubana Juliette Valle, radicada en Miami, compartió esta semana uno de los momentos más personales y emotivos que ha mostrado en redes: su reencuentro con sus padres en República Dominicana, a tiempo para celebrar la Navidad juntos.
En un video publicado en Instagram —donde supera los 640 mil seguidores— se le ve abrazándolos con fuerza en un aeropuerto dominicano. Entre lágrimas, sonrisas y gestos de pura emoción, las imágenes capturan ese tipo de encuentro que no necesita demasiadas palabras. Junto al clip, Juliette resumió el sentido del momento con una frase que tocó fibras sensibles entre cubanos dentro y fuera de la Isla: “Mi mayor satisfacción no es lo que logro, es poder compartirlo con ellos”.
En la misma publicación, la influencer amplió la idea y explicó por qué ese abrazo significaba tanto: “Ver a mis padres disfrutar, reír y vivir momentos que antes solo soñaban. Eso es éxito para mí. Su primer viajecito a República Dominicana. La familia siempre es la meta”. El mensaje, directo y sin adornos, reflejó una experiencia común para muchos emigrados: medir el “éxito” también por la posibilidad de acompañar y cuidar a los suyos.
La reacción del público fue inmediata. Cientos de seguidores llenaron la publicación con felicitaciones y comentarios cargados de empatía. “¡Qué felicidad me da ver este video! Envidia de la buena, disfruta de tus papás, y más en estas fechas”, escribió una usuaria. Otra comentó: “¡Qué orgullo de hija! Eres tan bella, mi Juli. Que Dios te siga llenando de momentos así con tu hermosa familia”. En conjunto, los mensajes dejaron ver cómo, en la comunidad migrante, la alegría ajena se siente propia cuando se trata de familias separadas.
Más allá de lo íntimo, el caso volvió a visibilizar una dinámica cada vez más frecuente entre cubanos que viven fuera del país: República Dominicana como punto de encuentro para familias divididas. Destinos turísticos como Punta Cana se han convertido en una opción práctica para reunirse sin necesidad de volver a Cuba, algo especialmente relevante para quienes tienen procesos migratorios sensibles —por ejemplo, solicitudes de asilo— y prefieren evitar complicaciones.
Estos encuentros, aunque breves, permiten no solo el abrazo postergado durante años, sino también regalar a quienes aún viven en la Isla una experiencia distinta: días de descanso, viaje y un respiro de la rutina marcada por carencias.
En ese contexto, el gesto de Juliette Valle conectó con una narrativa muy cubana: lejos del lujo y la pose, el triunfo se redefine en algo esencial —la familia reunida— aunque sea en un tercer país y por unos días contados.
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