El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, afirmó recientemente que para mantener a la Isla como una “potencia médica” es necesaria la transformación digital y el uso de la inteligencia artificial. Sus palabras, difundidas en el perfil de Facebook del periodista Alberto Arego, contrastan de forma dramática con la realidad cotidiana que viven millones de cubanos, quienes denuncian a diario la escasez de medicamentos, el deterioro de hospitales y policlínicos, y el colapso de servicios básicos de salud en numerosas provincias del país.
Hablar hoy de Cuba como una “potencia médica” resulta, para muchos ciudadanos y profesionales de la salud, un acto de cinismo político. Los hospitales cubanos presentan un avanzado estado de deterioro estructural: techos con filtraciones, salas sin climatización, baños inservibles y una falta alarmante de condiciones higiénicas. A esto se suma la carencia casi permanente de insumos médicos elementales como jeringuillas, guantes, gasas, reactivos de laboratorio y medicamentos básicos para tratar enfermedades comunes.
Mientras el discurso oficial apuesta por conceptos como digitalización e inteligencia artificial, en la práctica muchos centros de salud ni siquiera cuentan con electricidad estable, acceso a internet o equipos médicos funcionales. En zonas rurales y en municipios alejados de las capitales provinciales, los pacientes deben llevar desde sus casas sábanas, agua potable, alimentos y hasta medicamentos, si desean recibir atención hospitalaria mínimamente digna.
La situación se vuelve aún más crítica en los servicios de urgencias y en hospitales maternos e infantiles, donde familiares reportan salas abarrotadas, largas esperas y personal médico exhausto, mal remunerado y desmotivado. Muchos profesionales de la salud han optado por emigrar o abandonar el sistema estatal, agravando la escasez de médicos y enfermeros en la Isla.
La narrativa gubernamental insiste en los logros históricos de la medicina cubana y en la exportación de servicios médicos como símbolo de prestigio internacional. Sin embargo, puertas adentro, la población enfrenta un sistema de salud en franco deterioro, incapaz de responder adecuadamente a las necesidades básicas de la ciudadanía. La brecha entre el discurso oficial y la realidad hospitalaria se ensancha cada día.
La transformación digital y la inteligencia artificial pueden ser herramientas útiles en cualquier sistema sanitario moderno, pero sin inversiones reales en infraestructura, salarios dignos, abastecimiento de medicamentos y respeto a los profesionales de la salud, estas promesas quedan reducidas a consignas vacías. En la Cuba de hoy, más que algoritmos y plataformas digitales, lo que urge es restaurar hospitales, garantizar higiene, asegurar insumos y devolverle al sistema de salud la dignidad que alguna vez se proclamó como bandera nacional.
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