Un incendio ocurrido en la tarde de este sábado en el edificio L No. 355, ubicado entre las calles 23 y 21, en el Consejo Popular Rampa, municipio Plaza de la Revolución, volvió a poner en evidencia los problemas estructurales y de mantenimiento que afectan a numerosos inmuebles de La Habana.
El siniestro se originó en el foso del elevador, presuntamente debido a la acumulación de desechos, según informaciones divulgadas por medios y perfiles oficialistas. Aunque no se reportaron víctimas ni personas lesionadas, el hecho generó momentos de tensión entre los residentes, que permanecieron en alerta mientras se controlaba la situación.
Más allá del resultado inmediato —un fuego contenido sin daños humanos— el incidente revela una realidad preocupante: elevadores fuera de servicio, fosos convertidos en vertederos improvisados y edificios que envejecen sin un programa sistemático de conservación. En muchas zonas de la capital, la falta de limpieza, la ausencia de inspecciones técnicas periódicas y la escasez de recursos han creado condiciones propicias para este tipo de accidentes.
Las autoridades atribuyeron el origen del incendio a los desechos acumulados en el área del elevador, una explicación que, lejos de cerrar el caso, abre preguntas incómodas. ¿Cómo se llega a ese nivel de abandono en un edificio habitado? ¿Quién es responsable del mantenimiento de espacios comunes críticos para la seguridad? ¿Cuántos inmuebles en La Habana presentan riesgos similares sin que se adopten medidas preventivas?
Tras el incidente, se presentaron en el lugar varias figuras del gobierno municipal, entre ellas el primer secretario del Comité Municipal del PCC, la presidenta de la Asamblea Municipal del Poder Popular y el intendente de Plaza de la Revolución. La presencia de autoridades fue ampliamente difundida en reportes oficiales, aunque no se informó sobre acciones concretas para resolver de fondo los problemas que provocaron el incendio.
Para los vecinos, el temor no termina con la extinción del fuego. Muchos edificios de El Vedado y otros municipios capitalinos enfrentan elevadores inoperantes, sistemas eléctricos obsoletos y áreas comunes sin atención regular. En ese contexto, un incendio en un foso no es un hecho aislado, sino una advertencia.
La repetición de estos sucesos refuerza la percepción de que la gestión urbana en La Habana actúa de forma reactiva, respondiendo a emergencias puntuales, pero sin atacar las causas estructurales del deterioro habitacional. Mientras tanto, los residentes continúan viviendo entre el miedo a accidentes, derrumbes o incendios, en inmuebles que superan décadas sin rehabilitación integral.
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