El huracán Melissa dejó una estela de destrucción sin precedentes en el oriente de Cuba. Según evaluaciones de la ONU, más de 3,5 millones de personas resultaron afectadas y más de 90.000 viviendas quedaron dañadas o destruidas.
Barrios enteros en Santiago de Cuba, Granma, Holguín y Guantánamo quedaron bajo el agua, sin electricidad ni alimentos, mientras los hospitales, carreteras y centros productivos sufrieron graves daños. Sin embargo, la gran pregunta que se hacen los cubanos dentro y fuera de la Isla es una sola:
¿Tiene el régimen castrista los recursos —y la voluntad— para socorrer a su propio pueblo?
Las denuncias no se han hecho esperar. Usuarios desde las zonas más golpeadas relatan la tragedia con desesperación:
“Voy para 55 horas sin corriente en Manzanillo, Granma, y vamos por más.” — Delphos M. Millán
“Aquí mi techo es de portabla, se me moja todo y nadie ha venido a ver qué ocurrió.” — Maritza Maldonado Castellano
“Las ayudas del gobierno las están cobrando, mientras las donaciones extranjeras desaparecen sin explicación.” — Taimir Morales Ceballos
Las críticas apuntan directamente al manejo opaco y politizado de la ayuda humanitaria. En lugar de priorizar a los más necesitados, el régimen sigue con su vieja costumbre: culpar al “bloqueo” y administrar los recursos con fines propagandísticos.
Mientras tanto, los testimonios son desgarradores: familias que siguen sin techo desde el huracán Paloma, campesinos que lo perdieron todo, y madres que claman por medicamentos y alimentos para sus hijos.
Incluso voces religiosas y comunitarias denuncian la indiferencia internacional: “Ni las organizaciones mundiales se ocupan o preocupan por este pueblo que está agonizando.” — Mercedes Casado Prado.
Otros usuarios exigen transparencia total: “Los que mandan ayuda, que no la entreguen al gobierno. Que vengan o manden representantes. Ellos se quedan con todo.” — Maricela Llanes
El pueblo cubano, una vez más, enfrenta la catástrofe con solidaridad entre sí y abandono institucional. Desde el exilio, cientos de cubanos, artistas y organizaciones no gubernamentales están coordinando envíos de víveres y materiales, pero la gran preocupación es que la ayuda termine en manos del Estado, el mismo que históricamente ha revendido las donaciones al pueblo necesitado.
El huracán Melissa no solo arrasó con techos y cultivos. También dejó al descubierto la cruda realidad de un sistema colapsado, incapaz de responder a una emergencia humanitaria sin convertirla en propaganda.
Y mientras los dirigentes repiten consignas, millones de cubanos siguen esperando auxilio bajo los escombros.
Fuente: La Tijera
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