La Cumbre entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Unión Europea (UE), celebrada este domingo en la ciudad colombiana de Santa Marta, comenzó marcada por el fracaso diplomático que significaron las numerosas ausencias de jefes de Estado y las cancelaciones de último minuto.
De los 60 países convocados, solo nueve mandatarios asistieron al encuentro, lo que dejó vacíos evidentes en las filas de representación tanto de Europa como de América Latina. La falta de participación de figuras clave fue interpretada como una señal del escaso interés político y las tensiones geopolíticas que rodearon el evento.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, canceló su viaje a última hora, enviando en su lugar a la vicepresidenta Kaja Kallas, quien intentó dar un tono optimista a la jornada. “Compartimos los mismos valores: el Estado de derecho y la democracia”, declaró al llegar a Santa Marta, aunque su mensaje contrastó con la evidente desorganización y la falta de coordinación entre los países asistentes.
El anfitrión, Gustavo Petro, se mostró visiblemente frustrado ante el bajo nivel de asistencia y denunció días antes del evento presiones de Estados Unidos para desalentar la participación de varios mandatarios latinoamericanos. “Europa y América Latina deberían actuar como un faro unificado frente a las barbaries del mundo”, dijo Petro en su discurso inaugural, aunque su llamado resonó débilmente ante los asientos vacíos de la sala principal.
Expertos locales coincidieron en que la cumbre nació debilitada desde su preparación. La politóloga Sandra Borda calificó el evento como “una cita con poca coreografía y mucha improvisación”, señalando la falta de una agenda concreta y de acuerdos previos entre las delegaciones.
A la crisis organizativa se sumó la tensión política derivada de las relaciones entre Bogotá y Washington. El gobierno de Donald Trump retiró recientemente a Colombia la certificación como aliado estratégico en la lucha antidrogas, imponiendo además sanciones económicas por considerar que el país no hace lo suficiente para detener la producción de cocaína.
En medio de este contexto, el presidente estadounidense ordenó desplegar una flota naval en el Caribe y el Pacífico para reforzar la vigilancia contra el narcotráfico. Desde septiembre, el ejército de Estados Unidos ha reportado la muerte de al menos 70 presuntos narcotraficantes, acciones que Petro calificó como “ejecuciones extrajudiciales”. Estas acusaciones, sumadas a la presión diplomática estadounidense, contribuyeron al aislamiento del gobierno colombiano durante la cumbre.
La falta de resultados concretos, el reducido número de líderes presentes y la ausencia de una declaración conjunta reflejan el fracaso de un encuentro que aspiraba a fortalecer los vínculos birregionales. La cita, que pretende proyectar una imagen de cooperación frente a desafíos globales como el cambio climático o el crimen organizado, terminará convertida en un ejemplo de desunión y desconfianza mutua.
Fuente: El Economista
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