La respuesta oficial ante la escasez de camas para damnificados del huracán Melissa desató un intenso debate público sobre ética, humanidad y voluntad política en Cuba. La polémica cobró fuerza tras la circulación de un video en el que Miguel Díaz-Canel responde a una mujer que perdió su cama: “yo tampoco tengo para dártela ahora”, pese a días de precariedad y espera de recursos.
Desde su perfil de Facebook, la ingeniera y empresaria Yulieta Hernández Díaz cuestionó la falta de gestión y empatía de las autoridades y señaló que existen alternativas viables si hubiera decisión política. Recordó que empresas como Muebles Ludema (Las Tunas), Konfort o el complejo Dujo —proveedores de hoteles de lujo como el Packard, Manzana Kempinski o la Torre de K y 23— podrían cubrir la demanda de camas y colchones utilizando donaciones millonarias ya recibidas. “Si realmente se quiere dejar de invertir en hoteles, ahí está parte de la respuesta”, subrayó.
Como solución inmediata, Hernández apuntó que los avituallamientos hoteleros (camas y colchones) se renuevan con frecuencia para mantener estándares, y que hay miles de habitaciones vacías en el país, además de colchones llegados por donaciones internacionales. La autora advirtió que la pobreza no debe ser espectáculo, aunque reconoció que las imágenes tras el huracán han visibilizado la precariedad estructural. “Un colchón no es un lujo. Es una base mínima para el descanso, la salud y la recuperación. No se puede pedir paciencia a quien duerme en el suelo o sin techo. No se puede hablar de dignidad sin garantizar lo básico”, argumentó.
Decenas de usuarios respaldaron su análisis y expresaron malestar con la gestión gubernamental. “Si no hay cama, presidente, coge la tuya y dásela a esa señora”, escribió un internauta. Otros criticaron el “show mediático” de los recorridos oficiales y la ausencia de un plan de contingencia que priorice la dignidad y las necesidades básicas.
Voces coincidentes señalaron que la emergencia trasciende los efectos de Melissa y remite al deterioro estructural del país y a la priorización de inversiones en turismo —bajo la órbita del GAESA— por encima de salud pública y alimentos, con baja ocupación hotelera y caída de visitantes.
En el oriente cubano, el huracán dejó familias en condiciones infrahumanas, con escasez de agua potable, alimentos y atención médica. Testimonios de afectados confirman carencias previas: muchos no contaban con camas o colchones adecuados incluso antes del desastre.
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