Mientras los estantes de las bodegas lucen más vacíos que las promesas gubernamentales, la empresa estatal Propaganda y Eventos ha decidido dar un paso al frente en la lucha contra el desabastecimiento… Nada menos que vendiendo banderitas de papel para el desfile del 1.º de Mayo ¡Porque, claro, si no hay pan, que al menos haya papel tricolor! (porque casabe tampoco hay)
La iniciativa, anunciada con entusiasmo revolucionario en redes sociales, invita a los ciudadanos —hambreados pero patriotas— a no llegar al desfile sin su indispensable banderita cubana. ¿El lugar para adquirirla? La UEB Habana, estratégicamente ubicada frente al Hotel Bruzón, en Plaza de la Revolución.
¿El método de pago? Usted elige: efectivo, transferencia, Transfermóvil, Enzona… lo que tenga a mano entre el hambre y la desesperación.
No se ha especificado el precio del simbólico rectángulo de papel, pero lo que sí es claro es que no se puede desfilar sin comprar antes. Porque en la Cuba de hoy, la participación “voluntaria” viene con IVA ideológico incluido.
Las redes sociales estallaron en ironías. Un internauta propuso usar los ingresos para construir termoeléctricas (quizás de cartón), mientras otro sugirió que, en vez de banderitas, vendieran comida: "Pero eso sería muy poco patriótico, ¿verdad?"
En medio del creciente costo de la vida, la inflación galopante y el desabastecimiento crónico, el Gobierno —que jamás pierde oportunidad de capitalizar hasta el oxígeno— ha decidido que ondear el símbolo patrio es ahora un acto comercial. Porque no hay revolución sin merchandising.
No es la primera vez que los símbolos nacionales se convierten en artículos de consumo masivo. Camisetas, gorras, carteles... todos productos hechos en nombre del pueblo, pero no para él. Detrás de esta maquinaria, nombres como Alexis Castro (sí, ese Castro) se asoman entre contratos opacos y lucros patrióticos.
Así, mientras el pueblo sobrevive entre colas, apagones y esperanzas podridas, el desfile se viste de rojo, blanco y azul… de papel. Porque en la Cuba oficial, la revolución no se come, pero se compra. Y si no tiene con qué, puede hacer una transferencia. Después de todo, ¡el patriotismo es un deber, no un derecho!
Y lo más triste del caso es que veremos a cientos de miles de cubanos, hambrientos y desarrapados, desfilar en la Plaza el primero de mayo.
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